Opinión
Nube Viajera: Gracias a la vida
Tequila, jugo de limón, licor de cáscara de naranja y hielo. Además, sal, y tiene que ser la mejor del mundo, porque el grano importa ensenadensesEl tema es la lengua. La capacidad que tenga uno de jugar con ella. Es la onda, esa es la onda. En mi casa nunca fuimos de margaritas, tequileros a muerte sí, pero el coctel me pareció siempre hasta cursi. Siendo frecuentes del San Ángel Inn incluso, cuyo patio mi padre le llama nuestro local pub, tampoco bebíamos margaritas ahí, más bien éramos del sector martinero.
Pero pues la vida pasa y los seres humanos evolucionamos, modificamos gustos, hábitos, cambiamos y, a mí, me comenzó a gustar y muchísimo el coctel cuya historia dicen que comienza en Texas, los texanos, en un lugar del Centro Histórico los chilangos y en Ensenada los ensenadenses. Me quedo con esta última geografía porque conozco la cantina Hussong´s, porque me gusta beber margaritas ahí con Alfredo y con David y porque me emociona cantar con los músicos que se pelean la atención de nosotros, los borrachos.
Y en todo esto pensaba el miércoles cuando deambulaba por la barra de ese bar con nombre de murciélago, buen arte y un cuerno de alce que me da muchísima envidia. Me senté en Ticuchi sola, a pensar, a despresurizar, estaba angustiada y quería estar sola y tomar decisiones mientras lamía la media luna de sal kosher que imprimen los bar tenders de esa barra cúbica a las que creo que son las mejores margaritas de México. Me gusta mucho ese lugar, saben que las margaritas me gustan de Dragones joven, que las acompaño con sikilpak del de ahí, y me fascina la escultura de recinto de la entrada.
Ese día me tomé dos, y si no es porque llegaron por mí y me llevaron a comer pasta con un despechado, ahí seguiría, hablando conmigo misma, intentando resolverme y, carajo, entendiendo muchas cosas que no con seguridad, pero intuyo nunca cambiarían. Ya lo he dicho, no se cambia, se empeora. Y tengo que creer en mí. Quiero comprar esos vasos de esa barra, así como siempre he querido comprar sus cubiertos de mango negro, ingleses, y que desde niña vi en casa de mi abuela. Y vuelvo a la lengua, y la capacidad que tengo para jugar con ella bebiendo cocteles gloriosos resolviendo mi vida con un par de lagrimitas en el proceso. Se lame el vaso señores, y es de buenísima educación hacerlo.
Tequila, jugo de limón, licor de cáscaras de naranja y hielo, porque me gusta en las rocas. Así la receta. Además, sal, y tiene que ser la mejor del mundo porque el tamaño de los granos sí importan. De niña declamé miles de veces “Margarita está linda la mar” de Rubén Darío. Una tarde la princesa, vio una estrella aparecer, la princesa era traviesa y la quiso ir a coger, pone uno de sus versos. Ando rodeada de margaritas, de la estrella que vi en Lima, quiero llenarme de cosas lindas y cantar gracias a la vida. Salud.