Nube Viajera

Nube viajera: Buscando perlas

Pienso en muchas cosas alrededor de los ostiones. Desde el hambriento que los comió, hasta como organismo filtrador de miles de litros de agua
viernes, 6 de enero de 2023 · 01:40

Llevo días alimentándome prioritariamente de bivalvos marinos del orden Ostreoida, conocidos popularmente como ostras. De distintas regiones, profundidades, especificidades y, lo más importante, con gente que adoro.

Pienso desde siempre en muchas cosas alrededor de los ostiones. Desde el hambriento que los comió por primera vez, hasta la maravilla de sus funciones como organismo filtrador de cientos de litros de agua al día.

Y como en muchas cosas, el tamaño sí importa. A mí me gustan las pequeñas y medianas y con colores grises y hasta violetas. Asegúrate que haya de la bahía de Galveston en la selección le dije a mi marchante de estos días, sólo tú pides esas necedades, contestó.

He soñado con cuchillos con mis iniciales grabadas -gracias siempre Olivier por regalarme ese cuchillo francés y mi favorito hace años en playas de Nuevo Vallarta-, y no me gusta usar guante para abrirlas sino más bien trapo. Mi descendencia ya domina la técnica de apertura y me emociona que les interesen sus orígenes y conozcan las cremosas, las que son baños de mar, las carnositas y las elegantísimamente planas.

Soy amiga de los buzos que sacan ostiones en Oaxaca y se ríen de mis cursilerías y recetas de mignonettes con vinagres de cava, de vino tinto, echalote y cebollín. Salsa Búfalo y limones, Valentina, no seas ridícula, me dicen en nuestros festines sentados sobre cubetas.

Hace tres días me comí unas muy planas y muy nacaradas en un restaurante francés que no conocía con un Burdeos que tampoco conocía y que me gustó y me acordé de un sueño y un cuento que actuaba las noches con mis hijas. El sueño, encontrarme una perla formada con los sedimentos -y las hay-; el cuento, almejas y ostiones que hablan abriendo y cerrando las conchas, son amigas y tienen muchas historias de mar que contar. Tantas noches nos dormimos así.

Kumiai en Baja millones de veces. De Maine viendo el mar y acompañadas de vinos americanos barricosos que no me gustan y elotes pasados por brasa que me hacen feliz. De Normandía en los inviernos parisinos y cientos y cientos de sol azul al lado de un plato de pancita de atún crudo y caviar y otro de aguachile en domicilio conocido y tomando tequila con Tomás.

Voy a hacer un juguito de tomate clarificado para las siguientes, quizá en Lima las coma pronto, quizá me encuentro la perla soñada finalmente que es, como dijo Fellini, la autobiografía de la ostra. Quizá.

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