Nube Viajera

Nube Viajera: Abundancia de la buena

Soy de otros pueblos en montañas cercanas pero Beaver Creek es un lugar en donde aprendí que se come bien
viernes, 31 de diciembre de 2021 · 01:50

Fue en un día muy nevado cuando probé por primera vez un Aperol Spritz. Naranja, ruibarbo, genciana, combo ganador. Y amarguito como me enseñó mi abuela a beber cocteles, aunque ella siempre Campari soda.  Hay que decirlo, el Spritz es quizá el trago que más celebra la dolce vita y ahí estábamos, en aquel paisaje de fantasía de Beaver Creek. Pueblo alpino, conversación inteligente, experiencia sofisticada y una copa enorme, casi tan grande como las que bebí con Lu celebrando la vida en nuestra muy particular Navidad llena de amor, de estrellas, de ella y yo. 

Mi amiga Sylvia me insistió y fui. Soy de otros pueblos en montañas cercanas, pero Beaver Creek es un lugar en donde aprendí que se come bien. Entre eso y el Apperol no hubo duda, me gustó.

No soy de cositas dulces pero mí tropa se rige por ese sabor. Chefs sobre charolas de plata ofrecen galletas recién horneadas así pegajosas, después de un día en la montaña. Más de 500 mil galletas horneadas cada temporada. No puede haber una cortesía mejor pensada.

No soy tampoco de doble diamante sin control, pero esas montañas ofrecen adrenalina para aquellos. Yo prefiero algunas horas entre árboles, esos cielos que sólo me hacen pensar en tanta nostalgia y todo lo que he pensado entre ellos con unos skis puestos y, claro, mi Martini de la noche. Y si es sobre la cola del piano de aquel sitio albergado en una especie de castillo de las Rocallosas, de nombre Splendido y donde sirven extraordinario cordero local, mejor. Cómo me gusta siempre regresar a ese lugar. 

Más cositas. Esa idea de cenar bajo la Vía Láctea en cabañas en la montaña siempre me emocionó. Beano´s Cabin, en lo alto de la montaña de Beaver Creek, con grandes vinos blancos y un foie gras con cerezas sobre brioche con un poquito de arúgula que vale la pena pedir dos, o tres, y ya. Bueno y una o dos botellas de vino para acariciarlo.

Más recuerdos y por ende buenas recomendaciones. Zach´s Cabin, así en la merita ladera de la montaña, por encima de famoso Bachelor Gulch, no sólo ofrece vistas ininterrumpidas, sino una muy buen selección de añadas (y en formatos chiquitos) de Château d´Yquem y algunos Ice Wine´s que ahí he tomado y se han ganado mi corazoncito.

Quiero ir a Citrea, se me antoja sentarme a ver pasar gente con una buena botella de vino blanco precedida de una cerveza gigante y sucedida por unas aceitunas para comenzar y puras almejitas que "chopear", con pan para culminar. 

Y si, así soy, al pie de carretera un día dí con un restaurante mazatleco con caldo de camarón y micheladas. A mí me gusta esa zona, siento piedras de la edad glaciar debajo de mi y todas me invitan a, primero, enseñarle a esquiar, y segundo, a honrar merecer una dolce vita bien ganada. Merezcamos buena abundancia, la que nutre, la que se marca en la vida, Y con nieve, inolvidable.

 

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