Opinión
Nube Viajera: Tantas cosas se pierden en la tormenta
Tengo los recuerdos más viejos de la práctica de enmarcar o meter dentro de un capelo cositas muy nuestrasTuvo que haber sido él. Nadie más. Me ha llevado a los lugares más lindos, enseñado los buenos sabores -y los muy malos-, de la vida, me ha celebrado como pocos ser yo misma. Tuvo que haber sido él, nadie adora como él.
Es una caja – objeto – libro y es una de sus muchísimas formas de decir te quiero. Abres un sobrecito pegado con UHU en el extremo superior y del mismo salen como acordeón una serie de fotografías de personajes conocidos, gente y cosas que te gustan, me dijo, mientras se tomaba un segundo Spritz. Me dio risa que estuviera ahí la foto de mi una vez consuegro Vázquez Lugo, así como una invitación “todo pagado” para 160 personas a Mirazur y hasta perfume de Osso.
Tengo los recuerdos más viejos de la práctica de enmarcar o meter dentro de un capelo cositas muy nuestras. En la entrada de mi casa de Coyoacán hubo muchos años colgados seis obras de mi madre a base de hilos de bordar, agujas, maderas, cada una de ellas seguramente con una historia que yo no sé, pero ellos sí, y con eso es suficiente.
Teníamos también unas cajas de miniaturas que mi mamá le compró una vez a una señora poblana, que retrataban los oficios mexicanos, o incluso una escuela, así con todo en chiquito, precioso, y hoy me cuenta ella que cuando se las enseñó a Monsiváis compró 25 y hoy están en su museo.
De ahí pues la historia de decir te adoro a través del acto de haber acomodado, recortado, pegado y pensado en cositas que le gustan a uno y con ello decir, me importas. Ese día cumplía yo 48 años, qué belleza de edad. Fue el primero que llegó a la cita en el restaurante y observó todo, la arquitectura de caja elevada, la elegancia de las copas y como era de esperarse, se chupó los dedos con los moles. Ya reunidos todos y en plan ceremonia como me ha enseñado desde que me dio vida, me entregó mi tercer libro-objeto. Casi todo lo que soy lo contenía, la estatua de la libertad y nuestras historias en esa ciudad, un balero miniatura y una concha coquille Saint Jacques ahí perfectamente puesta. La presencia permanente de Leonor, las muchas ollas Le Creuset y cazuelas de barro, el vino, mis hijas, mi abuela y claro, Mao Tse Tung y su libro rojo. Todo con UHU, todo con un amor infinito, así como aquel tesoro enterrado en el cerro del Ajusco que conté hace tres años debe ser quizá el acto de magia más increíble que un padre puede tener con sus hijos. No te olvides.
Me llené de energía con ese regalo como él me ha enseñado a sentir y hacer sentir magia. Pensé en el taco de arroz con huevo duro que siempre nos comimos bajo techo de tejamanil en el bosque por el Nevado de Toluca, pensé en mi legado huichol y en si estoy haciendo algo con ello. Tantas cosas se pierden en la tormenta me dijeron hace poco, pero hay vidas, enteras, guardadas en los objetos. Gracias jefe.