OPINIÓN

A pedir de boca: Un marzo más

De todas las cocineras increíbles que han estado en mi camino, no solo he aprendido recetas, sino también he adquirido fuerza y temple
viernes, 1 de marzo de 2024 · 06:00

La violencia de género se cocina a diario en las cocinas profesionales y domésticas. En Latinoamérica, este ingrediente parece tan común como la sal y la pimienta.

Ser mujer en el mundo gastronómico sigue siendo un gran desafío, y poco se menciona sobre los numerosos techos de cristal que persisten en esta industria. La lucha por un lugar permanente y significativo en el mundo gastronómico es una batalla que se libra minuto a minuto, que se convierte en horas, semanas, meses y años. Es una lucha por un futuro visible, digno e igualitario, no solo para las mujeres que están actualmente en las cocinas, sino también para las que vendrán.

Deberíamos detenernos un momento en nuestro tren de premios, galardones y pompa, y reconocer que todos seguimos contribuyendo a un problema que está lejos de desaparecer. Este problema no solo despoja de nobleza a nuestra industria, sino que también distribuye injusticias a aquellas que, ya sea con su pluma, su batidor o detrás de un asador, contribuyen al crecimiento de este mundo gastronómico. Personalmente, he sido cobijado por ellas.

De todas las cocineras increíbles que han estado en mi camino, no solo he aprendido recetas, sino también he adquirido fuerza y temple de mujeres como Paulina, mi madre, y mi abuela, quienes además me enseñaron el amor por la cocina y el arte de la paciencia (el cual sigo sin dominar). El hecho de que hoy esté escribiendo este texto se lo debo a un grupo de mujeres maravillosas, poderosas y talentosas que han sido mi inspiración durante casi dos años, permitiéndome expresar lo que veo, siento y pruebo en blanco y negro.

Antes de que te sigas de largo, te invito a revisar tu cajón de ingredientes, a desempolvar aquello que ya no usas y a reflexionar sobre cuánto recurres al machismo al cocinar la receta de tu vida. Este ingrediente, que algunos podrían percibir como una tendencia moderna, en realidad cobra más vidas al año que cualquier veneno conocido. Cuenta con la complicidad de muchos y con la conciencia de pocos.

Desde mi privilegio y con amplio respeto espero que este día se vuelva menos necesario año tras año para aquellas quienes viven esta realidad y no les queda otra más que ser valientes. Que se rompan los techos de cristal, que se acaben los miedos y que se termine la impunidad al acoso. Que no nos tiemble la mano ni la voz cuando se trate de cocinar, escribir, trabajar y querer vivir con justicia y lo más importante: sin miedo.

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