Opinión

A pedir de boca: Mia, de pies a cabeza

El restaurante Mia siempre tiene más de una sorpresa para los corazones contentos y también para los corazones rotos
viernes, 16 de febrero de 2024 · 00:15

Desde que llegué a San Miguel de Allende, he identificado un patrón del que ahora me hago consciente, y quiero compartirlo con aquellos que tienen esta ciudad mágica en su agenda próxima, o para aquellos que, como yo, que están en el proceso diario de convertirse en locales.

Cuando estoy triste, feliz o melancólico, siempre termino pasando una buena parte de la mañana, la tarde o la noche en Mia, un restaurante que es una oda a la belleza sin pretensiones. 

El menú habla de Mia y Miguel, su oferta gastronómica nos cuenta una historia de amor que comienza en la boca, sigue al corazón, hace una pausa en el ombligo y termina en los postres que, en este menú, se llaman pies (de puntitas y sin hacer mucho ruido).

Me encantaría recomendar platillos, pero sería deshonrar la cocina de Mia, que como bien se describe: no es estática, es un constante movimiento. Es un lugar en el que debes dejar a un lado la razón y lo que crees que sabes de la buena mesa, y dejar que tu corazón decida por ti, así se elige aquí. Tomate un poquito más en serio y deja al corazón decidir.

Me encantaría ver a Mia siempre lleno, porque realmente creo que es uno de esos lugares que cambian al mundo, donde no se trata solo de comer y beber, sino de desafiar al corazón a experimentar a través de sabores y texturas, en un lugar donde casi todo el año hay mariposas y colibríes dando paseos entre las mesas blancas. Al mismo tiempo, me gustaría no compartirlo con nadie, que fuera mi lugar feliz, lejos de las multitudes y las terrazas que ofrecen más de lo mismo. Dejo a un lado el egoísmo y les comparto uno de los secretos mejor guardados de San Miguel.

María, la chef, aunque solo la he cruzado un par de veces, parece una mujer joven, dulce e irreverente, que sabe lo que quiere transmitir a sus comensales y trabaja para lograrlo. Conmigo lo ha logrado todas y cada una de las veces, y por eso le estoy agradecido. Me siento más en casa sabiendo que un lugar lleno de buena cocina, poesía, desdén por las reglas, sensibilidad y locura existe en mi nuevo hogar, a unos pasos de mi casa. Pónganlo en su agenda, olvídense de lo que creen que saben (o no saben), déjense sorprender y agradézcanme después.

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