Opinión

Nube Viajera: El hipil gastronómico

Volvamos a Yucatán que enamora, esta vez más adentrito en las milpas y en las selvas, nadando en los cenotes, valorando la cocina hiper local, volvamos
viernes, 23 de febrero de 2024 · 01:15

Cuatro ediciones que emocionan como si hubiesen sido 32 y que impactan como unas 879. Y falta. Cocineros de todo el mundo se trasladan a las comunidades mayas donde se produce miel, maíz, sal, o solo se cocina y se honra a la tradición de esa península de cráteres, dinosaurios, cenotes y sabor. Demos la bienvenida de nuevo a Hokol Vuh, y vamos. 

Hace sentido el festival. Se realiza en colaboración con la Fundación Haciendas del Mundo Maya y Grupo The Haciendas, todos compartiendo su pasión por Yucatán -la de todos nosotros- y su trabajo en las comunidades mayas. 

Sí es cierto, los que colaboran son chefs que en total suman quince estrellas Michelin y muchas centenas si se suman los lugares que ocupan en aquello que se llama 50 Best Restaurants, pero, honestamente, eso es lo de menos, son cocineros que comparten su tiempo, que construyen, que aprenden de México y, de paso, colaboran en un festín que es así como la última cena, habiéndose nutrido de ingredientes, de tradiciones, de sonrisas y de cocina de las comunidades con las que sonrieron y cocinaron. 

Se visita este año Tixcacalyutub, Celestún y Xcanchakán y se hablará, soñará y beberán historias de maíz, de sabor, de tradición y de patrimonio. Qué belleza andar paseando, por ejemplo, con el tapatío -y consentido- Paco Ruano al lado de Julien Royer de Odette en Singapur, y con Dominique Crenn, mujer, cocinera, talento y amiga de México, así, entre la milpa, visitando productores de melipona y viendo los colores flamencos de rosas intensos como lo que ahí se siente.

Conexión con la tierra, digamos el grounding de verdad, la posibilidad de aportar a un desarrollo integral comunitario de seguridad alimentaria y, sobretodo, vivir Yucatán, aprender de pib, de frijolitos, de sikil pak, vaya, comerse Yucatán. Roberto Solís, cocinero y generoso amigo soñó con todo esto y lo logró, otro necio en mi lista de favoritos, porque de verdad, poder hacer viable un proyecto de esta naturaleza y dimensión no sólo no es fácil, es de loquitos, y lo hizo. Además, nos convenció a todos de bordar con él en aquel paisaje de posibilidades de futuro en punto de cruz que podemos llamarle hipil gastronómico. No pares de ser necio, por favor. 

De cosas festivalosas que suceden en mi país me gusta Morelia en Boca y Hokol Vuh (y ahí viene Xcaret), creo en ellos, trascienden, son genuinos y más lindo aún, no son para cocineros y su infinita adulación (con respeto), son para todos los otros, para cocineras tradicionales, para estudiantes, para entusiastas, para comunidades con dificultades, y también, para el comensal que desea disfrutarlo. Así sucede en Hokol Vuh, hay espacio para todos, vale la pena que le echen mirada en sus redes y accedan a las entradas, insisto, no hay muchos encuentros así. Acá los creadores se desnudan, caminan la escasez, entienden la península, comparten experiencias o carcajadas y, muy importante, contribuyen. Volvamos a Yucatán que enamora, esta vez más adentrito en las milpas y en las selvas, nadando en los cenotes, valorando la cocina hiper local, volvamos.  

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