Opinión
Nube Viajera: Aspiras de la lisura
Siempre es un ir y venir rápido a Lima, siempre chamba, siempre vinos, siempre buenos, (casi), y esta vez, Lima me hizo tomarla con más calma.La primera vez que fui paseé por Barranco y me senté en una banquita por ahí por el puente de los suspiros del que hablaba Chabuca Granda. Pasó un carrito que vendía Inca Kola, vi ese mar, y me enamoré.
Siempre es un ir y venir rápido a Lima, siempre chamba, siempre vinos, siempre buenos, (casi), y esta vez, Lima me hizo tomarla con más calma.
Me invitó a correr entre sus calles, me invitó a tomarme las mañanas más tranquilas, me invitó a nuevos restaurantes y a volver a otros que adoro.
Hace unas noches, en el medio de una duna desértica, comiendo anticuchos y conchas, había un cielo increíblemente estrellado. Nunca había visto las estrellas en Perú, y ante ellas me prometí volver mucho a esa tierra y perdonarla.
He aprendido de ese país, de ojos de bivalvos, de su paiche -gracias Jaime Pesaque-, y de pisco.
Ayer vi pelícanos y flamingos mientras me comía un cebiche de esos que te llevan al cielo. La acidez era perfecta, la mesitas sobre ese muelle al que una vez me llevaron en Aston Martin también. Me dieron ganas de bailar. Y bailé.
Mañana voy a pagar una deuda de honor. Ahí, en esa banca amarilla del puente miraré pasar las parejas que compran ese refresco de hierbaluisa y viendo al cielo con solecito en la cara cantaré la flor de la canela. Déjame que te cuente limeño.