Opinión

Bitácora del paladar: Nicos, una casa de Comida

El corazón late con fuerza cuando la ansiedad es grande, también late con ritmo acelerado cuando llegas tarde. Hay demoras que avergüenzan, y la de este viernes, entre el latido fuerte y una llegada tardía, el corazón se me salía
viernes, 12 de marzo de 2021 · 01:30

En algún momento, logre retomar el ritmo cardiaco para exponer una disculpa por la demora, no hubo pretexto. Solo quería disculpar mi tardanza.

Que forma de perder las formas cuando entro al salón de Nicos, y veo al fondo la mesa llena de energía, donde Elenita y Gerardo Vázquez Lugo, me esperaban después de dos horas de retraso.

En mi velocidad y con las palabras atoradas, pase a sentarme, y antes de que iniciará una disculpa, el cocinero de la barba blanca me ofreció una copa de manzanilla, para que luego con hermosa elegancia, la bella cocinera, madre y fundadora de Nicos, Elenita, me sonriera y me preguntara cómo me había ido.

Ella sonrió, y la demora desapareció. Fue como estar con mi familia. Había llegado a casa.

El calor hacía de la tarde, en el amplio salón de Nicos, en donde solo habíamos entrado tres mesas, por razones de contingencia, se respiraba paz y un ambiente íntimo y alegre. En las mesas de la calle, donde las macetas y las mesas conviven con el barrio, el cupo era el máximo. Los sonidos de afuera, no entraban a la sala, lo que nos daba la oportunidad de comenzar a conversar con la pasión que caracteriza a un comensal emocionado ante tan bella compañía.

Un primer plato, para un segundo respiro, fue aquel ceviche de mango, que llegó bajo unas láminas de jícama que por un momento me descontrolaron, ya que ante mis ojos confusos y acelerados, la idea de un papel arroz hizo la sutil confusión. El cocinero me pidió revolver todo en el plato y así pude ver el mango, el verde del chile, algo de jitomate y la torpe idea del papel arroz, solo quedo en un susto temporal. Fue ahí cuando comente una vez más las trampas en las redes sociales, donde algunos sin probar, suelen afirmar, es por eso que una jícama bien laminada puede a cualquier novato engañar.

En contraste con lo fresco del ceviche, llegó una gordita petrolera. El maíz tenía la cocción perfecta y albergaba ese sabor callejero de una ciudad que sabe a memoria y tradición. Le siguió la cecina y unas enfrijoladas que no se libraron del desliz de la tortilla sobre el plato.

Plato a plato, aumentada la apasionada conversación y entre risas y anécdotas, la tarde se volcaba en momentos de terso cariño. La mesa era un espacio ajeno al universo y el cariño de la cocina se reflejaba en la mirada de Elenita, quien observaba con prudencia los comentarios de tres amplios críticos a la mesa, donde quien se movía, era objeto de la broma, la risa e incluso podía perder el plato en su descuido.

La sutil escena de una familia en la mesa, se vivía con enorme ritmo. Cada bocado era memoria e historias que sin descanso compartíamos todos. Gerardo, además de ser un gran cocinero es un gran anfitrión, y sabe bien cómo tejer las emociones de la sala.

La llegada del plato blanco, con una cebolla brillante al centro, un chile de árbol y brotes de cilantro, antecedía una carne en su jugo, que no hizo más que elevar los pensamientos hacia mi casa, mis familiares y el calor que sentía, formó parte de la añoranza por ver a mis padres. Disfrute del calor del caldo y las emociones estacionadas.

Nicos es una casa de comida, que vive en una colonia llena de tradición. Elenita y Gerardo son madre e hijo con una enorme complicidad en el cocinar, en el convivir y en el disfrutar. La tarde tuvo señales de perfección y los cariños vertidos me llevaron a un espacio de recreo en mis días complejos. Había logrado escapar mi mente junto al paladar. Había logrado generar de mi tardía llegada, la permanencia del momento en mi memoria. Eso pasa en Nicos, se fundan emociones que se guardan no solo en las calles de una colonia abarrotada de memoria, sino en el corazón que busca el cariño que conforta y que nace del plato.

Hizo falta un abrazo al inicio, la paciencia de Gerardo Vázquez lo merecía.

Hizo falta un beso al final. lo guardo para Elenita.

Beto Ballesteros

Twitter: @elbetob

Instagram: @betoballesteros

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