Olla de barro

Olla de barro: ¿Para qué sirve y cómo usar este utensilio de tradición?

No hay cazuela más mexicana que la olla de barro; las hay en un sinfín de tamaños y los resultados son inigualables
viernes, 7 de agosto de 2020 · 02:00

La alfarería en México tiene orígenes prehispánicos y lucha por sobrevivir, día a día, a un mundo tan cambiante como obseso de innovación, pero es ahí, quizá, donde mora la magia del arte del barro. Tierra, mano del hombre, fuego y resultados únicos, producto de materiales nobles y terminaciones exclusivas de la mano artesanal. 

La olla de barro es elaborada en cerámica a la que se le da forma utilizando técnicas alfareras, donde el barro se cuece a más de mil grados en el interior de un horno para conservar, hasta el fin de sus tiempos, su origen; todo gracias a su materia: la arcilla

Este utensilio tiene usos diversos, muchos de los cuales están en el campo de la cocina tradicional donde se cocina a fuego lento guisos, legumbres, estofados, moles, platillos de fiesta; sean cuales sean, siempre con resultados más sabrosos y muy diferentes a los realizados con otros materiales. Aquí uno más uno, no es dos. 

Más allá de la superficie de la República Mexicana, de centímetro a centímetro de suelo, pueden diferir las clases de arcillas disponibles, por lo que, en una misma cantera, y de extracción a extracción, pueden conseguirse barros que no darán un producto uniforme, sino único, un valor añadido a la personalización de las manos del artesano que le da a la pieza ese carácter exclusivo. Barros rojos, negros, en realidad provenientes de arcillas grises, verdes, con un matiz o con otro, todos mexicanos. 

El barro cocido requiere que la olla se remoje antes de su uso, así como poner granos de sal en su interior para evitar la formación de hongos.

La arcilla se mezcla con agua, cuál lodo, y se comienza a manipular y amasar, intentando eliminar los restos de aire que puedan permanecer en la masa. Después se seca al sol, y paso seguido, se inmortaliza su forma, al ser sometido a las altas temperaturas del horno. Ya no hay marcha atrás, el cambio químico es irreversible. 

Ya tenemos la olla en nuestras manos, llegó el momento de curarla. Primero se debe sumergir en agua durante 12 horas, seguido del secado de la pieza. Una vez seca, se frota con un diente de ajo pelado y luego se llena con agua y se pone al fuego, para que hierva durante 10 minutos. Como último paso, se lava y queda lista para contener cualquier obra gastronómica.

 Sumérgela en agua por lo menos ocho horas, para eliminar cualquier sabor. Se le puede añadir una cucharada de vinagre.