Opinión

Nube Viajera: Actos de amor

Los que la quieren mandaron donas, una sugar cookie en forma de oso, gomitas y atrapasueños. Mis tres hijas bromean siempre de la reacción de su madre ante cualquier flor a la cocina ajena...
viernes, 21 de enero de 2022 · 01:50

Primero muerta, me dijo con su carita apachurrada. Sí, había una necesidad de ingesta calórica; sí, su cuerpo no estaba calibradito; pero la entendí perfecto, bichos ajenos le generaban cansancio y hambre nula, y, además, lo que nos trajeron se veía inmundo. 

La abracé sin cesar, conté cuentos de Pulgarcito (que ya le queda chiquito, pero que es un acto de amor) y jugamos a hacer tartas imaginarias de colores de frutas inexistentes. Nos hacían reír las gelatinas, no saben a nada amá -así, al estilo norteño me lo dice-, y tienen color radiactivo. 

Los que la quieren mandaron donas, una sugar cookie en forma de oso, gomitas y atrapasueños. Mis tres hijas bromean siempre de la reacción de su madre ante cualquier flor a la cocina ajena. Dicen que averiguo, que me prendo, y que, siempre, pregunto que qué comieron. 

Con los tuppereware más sofisticados (me fascinan), que mantienen el calorcito de una sopa hirviendo, transportaba viandas para que la niña comiera. Pensaba qué necesito “para cuando se ofrezca”, cajitas de cartón de las de cocina china; y me acordé de aquel objeto de contenedores apilados de peltre por fuera y térmicos por dentro que los chinos usan para comer, y que mi papá perdió en una ida a Los Azufres. Quiero uno nuevo. 

Espaguetti rosa, con e, un clásico de fonda mexicana y tan querido en mi familia como igual se adora un caccio e peppe. Brochetas de pollo kushiage que siempre come, como yo, las aceitunas de un Martini, arroz rojo con plátano y hasta sándwiches de nutella. Todo traté, pero la niña no comía. 

Y no le insistí en hacerlo, me concentré en platicar y en dar gracias a la vida todos los días. Le reconocí una paciencia a aplaudir, he criado niñas solidarias y que, todo el tiempo, repiten las palabras mágicas: por favor y gracias. 

Todos esos días nublados de ánimo y comida tuvimos un polizonte a las 6:50 am con café caliente e historias. Todos esos días mi mamá contrabandeó platos de porcelana china para poner “la mesa” como nos gusta, y hasta una batea miniatura pintada a mano para poner la sal. 

Una noche interminable me dijo, mamá, ¿a qué restaurante me dijiste que iríamos el domingo? Supe que estaba volviendo. La mañana siguiente hicimos galletas de chispas de chocolate con plastilina y hablamos de lo rica que es la sopa de bolitas de carne que hacemos. Le conté que conseguiría la más rica masa para hacer quesadillas y sonrió. Alimentarse es un acto divino, es gran privilegio. Dar de comer es un acto de amor, yo así también sé querer. Y también es un gran privilegio. 

Otras Noticias