Opinión

Nube Viajera: Yo no fui

Chuy es un arriesgadote, su cocina es emocionante, enchila, acaricia, y uno se queda con ella. ese helado de vainilla me tiene mal...
viernes, 6 de agosto de 2021 · 01:30

 La culpa es de Chuy Villareal. Mi aseveración es fuerte, pero es mi verdad, no me gusta comer postres, no disfruto lo dulce. Los pasteles, las galletas, las nieves, sea un baba au rhum o unos chongos zamoramos, detesto empalagarme y, aún y cuando el nivel de azúcar no es grave, es comida que simplemente no disfruto. Pero ese postre y ese pinche helado, me conmovieron.

Quizá no lo conozco muy bien -y hoy lo quiero-, pero ubicaba al cocinero regio medio tímido. Así chaparrito y súper sonriente tirando siempre buena onda, pero nunca lo catalogué como un hombre osado. Hasta que llegué a Cara de Vaca. Cómo son las preconcepciones, ¿no?; me pasa con la gente muy seguido y yo para con la gente casi todos los días; Chuy es un arriesgadote, su cocina es emocionante, enchila, acaricia, es cachondita y uno se queda con ella. Y ese helado de vainilla me tiene mal.

Regresé a mi ciudad a volver a leer de vainilla. En parte, como un acto de agradecimiento hacia ese postre del domingo en aquél restaurante ocupado y bien notorio neoleonés, en parte a recuerdos de un camino de orquídeas hace muchísimos años.  Leí alguna vez a Ricardo Muñóz Zurita contando que los totonacas sonríen cuando cosechan y benefician la vainilla. Qué palabras más lindas y reales. La vainilla, como el postre de Chuy (y prometo, toda su cocina), hacen sonreír.

Tengo ganas de amanecer en las selvas veracruzanas así con esos suelos húmedos y ricos, tierra de orquídeas, y como ellas la vainilla, y saber más de ese fruto. Convertirme quizá en voladora y adentrarme a Papantla, e incluso poder escuchar historias de la leyenda sobre el origen de la vainilla, el príncipe joven venado, un sacrificio de amor y la hierba que de ahí nació: orquídea trepadora con vainitas perfumadas. Quiero eso, y también buscar la mejor receta de natillas así como las que hacía mi tía Beata. Se comía medio cursi, pero se comía bien.

Qué viaje me espera. Un viaje que inició en un restaurante que me sedujo, por echado pa´delante, por llenísimo de sabor; qué barbaridad esa carne apache, quería más y más sopa de papa con fideos, así casi incandescente. El taco de costilla con ensaladita con harta cebolla y cilantro fue celestial. Pero el postre de Cara de Vaca, con aquél helado de vainilla será ya desde hoy inolvidable -aclarando que no fue lo que más me gustó de restaurante-. Estoy obsesionada, la culpa es de Chuy Villareal.

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