Voces de la cocina

El encanto de los días

Hay días buenos y días malos, pero me emociona lo que viene y no le tengo miedo a nada
viernes, 22 de mayo de 2020 · 09:49

Hay días buenos y días malos. Me levanto eso sí, súper creativa. He venido coleccionando ideas en los últimos meses y siento que, de noche, secreto el doble de dopamina, tanta, que quisiera tener una libretita en los sueños para apuntar lo que se me ocurre. Y hay días más lentos. Hay días con menos velocidad, en todo, menos ganas de todo. Pero lo que no hay son quejas. No soy de esas, y de hecho me he vuelto de las que le da la vuelta a los que se acomodan, se estacionan, en el malpasarlo, ¿para qué?, yo he decidido hacerlo en el gozo, en la construcción. No hay mal que dure cien años y carajo, de lo bueno poco.

Se me nota todo. Cuando estoy preocupada, cuando tengo hambre, cuando ando bajita, cuando estoy sobrecargada de pila y, a veces no se me entiende, porque es cierto, llevo un par de meses sintiéndome distinto todos los días, pero creo que eso sólo suma.

Me tranquiliza que se me sigue antojando el pan con mantequilla y mermelada en una tarde más o menos gris, que pienso en cenar pronto con mucho caviar y que me da a veces envidia, a veces celos -en cualquier caso un pecado- que coman más rico que yo, que beban más rico que yo, sin mí.

Hay días buenos y hay días malos. Puede ser un martes cualquiera que me emociona cocinar pad thai -ando muy en thai-, y usar y reusar mi nueva olla oaxaqueña. Hay otros días menos entusiastas en donde me gustaría que me ofrecieran un sándwich calientito con muchas rebanadas de algo -y mostaza-, y no me hablaran mucho. Ofrecer es dar. Estar es dar. Pensar en los demás es dar.

Tengo tantas ganas de ver el mar. Tengo la certeza de que ahí, cuando esté sentada en la arena bajo la sombra de una palapa, con un festín de pescado frito, arroz rojo, cocktail de camarón y ostión y pescadillas, será cuando haya pasado la tempestad. Habrá también Siete Leguas, cerveza muy fría y Yoli.

Hay días buenos y días malos. Pero me emociona lo que viene y no le tengo miedo a nada, menos que nunca. Tengo ganas de pasarla bien y  gozar de comer y beber con los que quiero que es quizá lo que más me gusta hacer en la vida. Y si en el camino, me han encontrado algunos en tardes sin mucho destello o simplemente sin ganas de conversar, solamente "estar" mientras leo, bordo o pienso, prometo, que son buenas noticias. Ha sido maravilloso el descubrimiento de estar mucho más conmigo. Lo dice un animal social por naturaleza, nos estamos acomodando, abracemos los caminos nutritivos y brindemos por un futuro sencillo y lleno de gozadera. Por ahí es la cosa.

Por Valentina Ortiz Monasterio

Otras Noticias