Opinión

Panorámicas de servicio: La nevada sin aviso

Ahora va el eternauta. Pa variarle un poco. Todo parecía bajo control. Sala y cocina con ritmo. Una noche mas. Hasta que no lo fue

Panorámicas de servicio: La nevada sin aviso
Alejandro Moredia Foto: Especial

Primero una mesa sin reserva. Luego otras. Después la mesa que era para 12 subió a 28. En minutos, el salón se llenó como si alguien hubiera abierto una compuerta invisible. De pronto, una sala llena de personas que querían atención inmediata, platos perfectos y una experiencia de alto nivel, con el mismo equipo que 15 minutos antes se preparaba para una noche tranquila.   

Fue una nevada silenciosa, densa y casi mortal. No hubo advertencia. No cayó del cielo con estruendo. Sólo empezó. Y como Juan Salvo y su grupo, la única forma de sobrevivir era en conjunto, sin héroes, sin promesas de rescate externo. No hay manual que te prepare para eso. Sólo queda ejecutar, contener, sostener. 

En el caos, el liderazgo real no grita. Observa. Prioriza. Cede control sin perder visión. El food runner que se vuelve estratega. La bartender atendiendo mesas en la sala. Las capitanas resolviendo con temple, manteniendo territorio ante la embestida del enemigo. Cada uno haciendo lo que sabe hacer, lo que le toca hacer. Como los dedos de una mano que funcionan cada uno por su cuenta, pero que en conjunto aprietan. “Every man on its own” pero funcionando como fuerzas especiales.

Cada estación se volvió frontera. La cocina dejó de ser cocina y se convirtió en trinchera. El pase ardía. Las cocteleras no paraban. La impresora tiroteaba sin piedad. Aun así, nadie soltó su puesto. Hubo errores, sí. Pero también milagros logísticos y platos que salieron por pura intuición. Eso también es hospitalidad: maquillar el caos sin que se note el temblor en las manos.

Y entonces compruebas que el personaje de Darín no luchaba contra monstruos de fantasía, sino contra todo lo que desordena desde afuera. En un restaurante pasa igual: no se trata de un enemigo visible, sino de mil variables cruzadas. No hay espacio para dramatismos. Sólo para actuar, sostener y evitar que todo se rompa.

Sobrevivimos. No impecables. Pero enteros. Y cuando paró la tormenta asesina, no hablamos de fallas. Hablamos de lealtad. De reflejos. De temple. 

En esta industria no se trata de evitar la nevada. Se trata de conocerla. Reconocer su olor. Y cruzarla sin perder el alma.