Mi cumpleaños número dos se celebró feliz y con la temática de Caperucita Roja. Yo me disfracé con capucha y todo, mis cachetes desbordantes casi tapan mi sonrisa frente al pastel -siempre y no se por qué, de Sanborns- y fui muy feliz. ¿Será posible tener una memoria tan anterior, que se remite literalmente al inicio de mi vida?
Los recuerdos están íntimamente relacionados con las emociones. Y yo que siento tanto. Y bueno, los recuerdos más fuertes creo que necesariamente están vinculados con emociones de mayor intensidad, el amor que recibe una niña, a lo que sabe un beirut y el jugo de piña y hierbabuena al que me llevó Juan Carlos, la alegría del perfume de mi abuela, el mar, el shock, las tristezas, a lo que saben en el corazón las memorias de los cielos rosas.
Los recuerdos dicen lo que somos y hay que saber atesorarlos. Cuidar en el hipocampo la textura de esos rollitos de jamón rellenos de puré de papa que me comí toda mi vida, la sensación de un abrazo que contiene y que quiere decir: deja ir, los recuerdos de los sabores de los tacos de arroz con huevo y aguacate de las faldas del Nevado de Toluca.
Estoy llena de nostalgia, de vinos viejos míos, de sensaciones de futuros nuevos y gozosos porque la premisa, sin duda, y como decía Yuri en el OTI, se que siempre vendrán tiempos mejores.
La memoria es nuestra capacidad para almacenar y retener en el cerebro, hay memoria corta, hay selectiva, hay memoria semántica, hay recuerdos que se sienten en la superficie de la piel, otros en los pies, en las papilas gustativas y a mi, hasta en las pestañas.
Caminaba, piense y piense, viendo obra de Lina Bo Bardi y entre cierto atractivo caos en la ciudad de São Paulo y, ahí, así como la Virgen Aparecida, se apareció un texto: Todo en la vida es cuestión de tiempo. Aprendí que por más difícil, un día el dolor pasa, la añoranza se calma, la decepción enseña y la vida continúa. No me tiro al piso, soy inmensamente feliz, pero leer esto me enseñó mucho.
No quiero que nunca se me olvide mi fiesta de cumpleaños número dos y la intensidad del rojo de los pompones de betún llenos de glicerol, los sabores, los amores, los vinos. He entrenado mi hipocampo para retener, cuidar y acariciar las vivencias, las buenas y las malas, porque sólo cuidando se puede evolucionar. Solo si te acuerdas de ese plato incomible es que sabes que así no.
Recordar es volver a pasar por el corazón, etimología y sensibilidad pura. Calles, copas de cristal, vinos, a lo que sabe un jugo de naranja valenciano, señales, plantas, nigiris, huaraches, lunares, sonrisas, la compañía, la magia. Qué bonito y qué emocionante es volar bajo, el sol calienta más rico y los buenos bocados permanecen en la boca.