Opinión

Nube viajera: Ella, él y yo

Ya decía García Márquez que el amor es tan importante como la comida pero no alimenta y, con respeto adiciono, si la comida es rica, alimenta la materia, sí, pero también mucho el alma.

Nube viajera: Ella, él y yo
Valentina Ortiz Monasterio Foto: Especial

Ella comió Fattet Mousakhan, asegura que de las cosas más ricas que ha probado. Ella no lo tenía quizá presente pero la energía de su cuerpo le pedía abrazos y yo lo sabía, Leen mi amiga que es sensible y hermosa lo sintió y Sufret Maryam lo confirmó. -Me sentía como una princesa árabe- me dijo, entendí exactamente lo que estaba viviendo y fue ese plato palestino, en una mesa amable por el Golfo Pérsico, el que le regaló, lo que no ubicaba necesitaba tanto, un beso ahí, un abrazo ahí. El poder amoroso y ancestral de la comida.

Sin argumentar, por favor, acerca del hambre, porque es otro capítulo y es lo más triste e injusto, la comida puede, en ocasiones, resolver el alma. Momentos precisos en los que estamos -estoy-, conociendo nuevos caminitos, azorada por todo ello y emocionada (que es bien y es mal) por la vida y las vueltas que da; momentos tristes o felices, en los que uno no dimensiona como un bocado ayuda, cura, conduce a esa misma sensación de cuando uno escucha “aquí estoy contigo, aquí estás bien”. Life lately.

Él comió un taco que yo preparé de tartar de tomates en tortilla de harina, con un poquito de salsa macha, todo producto de su creación. Pero yo lo sentí, las ganas de agradar, de cocinar para ella, de hacer feliz al prójimo y algo de cansancio le habían puesto esa cara de necesito un abrazo apretado. A eso iba yo, a eso íbamos todos los de la mesa ocho, a abrazar. Y devoró el taco, descansó, sintió eso de acá estamos, sí por nosotros, pero también por el taco.

No soy de las que come más cuando estoy nostálgica, pero si es cierto que me prenden mucho los sabores cuando viajo en esa dimensión. Ya decía García Márquez que el amor es tan importante como la comida pero no alimenta y, con respeto adiciono, si la comida es rica, alimenta la materia, sí, pero también mucho el alma.

Yo comí una sopa de municiones con garbanzo. El caldillo de jitomate no estaba completamente molido y eso me gustó, tenía una “quenellita” de jocoque creo -Chuy, perdón pero estaba muy tocada por emociones y no me acuerdo bien-, algo de za’atar y sabía que era una sopa salvavidas. Porque Bambis, porque todo delicioso, porque las emociones, porque necesitaba poner un pie en mi casa y esa sopa fue mi casa, porque sentía muchísimo, todo lo que iba a pasar sentía, lo de ahí, lo de lejos, lo del futuro, todo. Y agradezco mi brújula, mi poder de pitonisa con bola de cristal que me ayuda y que me enseña, de formas inverosímiles, de lo que jamás pensé era capaz.  El poder amoroso y ancestral de una cucharada de sabor y de abrazos, que sea nuestro mantra.

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