Mi primera impresión al descender del auto, luego de poco más de 20 años de no visitar Zacatlán de las Manzanas, en Puebla, fue de total sorpresa, al contemplar las calles de su centro histórico. “Aquí hay un San Miguel de Allende en potencia”, pensé de botepronto, atisbando una experiencia turística única, a la manera que nos ha mostrado la ciudad guanajuatense más famosa en el mundo.
Reiteré mi sensación recorriendo cuadras llenas de historia, ennoblecidas con la belleza inagotable de su arquitectura religiosa de obligados guiños indígenas en los rostros de santos y mártires, de casonas de portones señoriales que reiteran su prosapia de ciudad de conquistadores; pero también en el candor, la luz, el colorido de sus tiendas y restaurantes, sus nichos de arte, su fábrica de relojes y en sus vistosos locales, donde se venden sidras y diversos licores que son parte esencial de la leyenda de este pueblo, que expresa la riqueza poblana y el vigor de distintas etnias y culturas.
Zacatlán ostenta el reconocimiento de Pueblo Mágico, título que ha sabido enseñorear y que, muy a tono con la transición en la política turística actual, podrá empatar con la nueva visión del turismo comunitario que busca “enriquecer la vida cultural y social de las comunidades al celebrar sus tradiciones y entorno natural”, como expresa la política federal en este rubro.
En Zacatlán, esta celebración implica involucrar a los diversos actores de la sociedad en los logros y beneficios de una propuesta que apunta a un turismo premium, a una mayor concurrencia de visitantes enfocados en vivir experiencias únicas en su creciente oferta hotelera de espacios boutique asentados en edificios de valor histórico, en las vivencias de naturaleza en los parajes de la imponente Cañada de los Jilgueros y, desde luego, ante la comida local: sabiduría y productos únicos plasmados en platos como el Chayotextle, guiso a base de raíz de chayote; el Conejo enchilado con chiltepín; y sus característicos Tlacoyos, servidos en salsa verde.
Hoy, el sector público y la iniciativa privada perfilan a Zacatlán como punta de lanza de una nueva percepción de turismo de alto nivel, poniendo a la gastronomía e historias en torno a ella como detonantes de esta evolución que va de la mano con las necesidades y las expectativas del presente.