Hay eventos a los que uno llega con la intención de descubrir algo nuevo, aprender, expandir horizontes. Y hay otros donde, cuando te diste cuenta, lo más interesante es lo que sucede alrededor, las conversaciones, las conexiones que se fortalecen. Este fue uno de esos casos.
Antes de entrar, pensé en cuántos vinos podría probar, qué referencias valdría la pena buscar, si habría alguna sorpresa. Pero bastó poner un pie en la fila para darme cuenta de que la noche iba por otro rumbo. Apenas subí las escaleras, ya me estaban saludando. En la fila de entrada, otras dos personas me llamaban para presentarme a unos winemakers y que probara sus vinos. En tres horas hablé con medio centenar de personas, todas de la industria, con algo interesante que compartir.
El evento contaba con más de 800 expositores, una cifra impresionante que, en teoría, prometía una enorme variedad para explorar. Pero en la práctica, el layout complicado, las largas filas y las porciones mínimas hacían que fuera casi imposible analizar con detenimiento lo que se estaba probando. Si el objetivo era catar con seriedad y tomar decisiones informadas de compra, este no era el evento adecuado. Así que cambié el enfoque. Si lo que tenía delante era una oportunidad social, decidí aprovecharla al máximo.
Me dediqué a conocer y que me presentaran a cuanta gente fuera posible. Llegaron muchos productores de vino, enólogos, export managers, figuras clave del medio. Y en medio de esas conversaciones surgieron oportunidades: reservaciones para el restaurante, promesas de eventos, conexiones que pueden traducirse en cosas concretas.
Si la intención era hacer un análisis profundo de vinos, definitivamente este no era el mejor canal. Pero si lo ves desde otro ángulo, cambia la perspectiva. Si lo que buscas es moverte entre conocidos, expandir tu red y encontrar oportunidades dentro de la industria, entonces sí vale la pena. Para quienes estamos en el medio y llevamos tiempo en este circuito, estos eventos funcionan más como una plataforma de relaciones que como una verdadera exploración enológica.
Si no fuera por eso, probablemente no lo contemplaría. Porque, al final, hay momentos en los que lo mejor no es lo que hay en la copa, sino con quién la compartes y lo que puedes construir a partir de ello.