Opinión

Nube viajera: Espejito, espejito

Todos, más o menos, en el pasado o en el presente, a distintas edades y con mucha o poca carga en la mochila, buscamos el reconocimiento.

Nube viajera: Espejito, espejito
Valentina Ortiz Monasterio Foto: Especial

Era una mujer bellísima y muy arrogante, y, como a todos en mayor o menor grado de aceptación, le costaba trabajito que otros la superasen. ¿Rings a bell? Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa de esta región?, preguntaba imagino al son de “La Bikina” así, altanera, preciosa y orgullosa, aquélla reina de la historia de los hermanos Grimm, y el espejo parlante respondía: tu eres la más hermosa. Qué agotadora función la del espejo.

La obsesión con la belleza y el deseo de mantener el poder son temas latentes que se reflejan en la figura de la reina malvada de la historia de Blancanieves, y también temas de todos los días. Ando reflexionando mucho sobre eso, la belleza y el artificio, los peligros de la vanidad, el ego y de lo que se alimenta. Incomoda, lo sé.

Hace unos días me entrevistaban, ¿eres siempre honesta en tu juicio?, sí, respondí, aunque no siempre lo verbalizo. Las verdades hieren, la vanidad como creencia excesiva de las habilidades propias envenena y no es lindo hacerlo, ergo, no, no siempre digo lo que pienso, aunque se me note.

Puedo imaginar a muchos cocineros, a otros tantos críticos, a vitivinicultores, a productores de aceite de oliva o a perceberos -por poner ejemplos random- frente a su espejo -de latón, comprado en Ikea o en un mercado de las pulgas- declamando el clásico “espejito, espejito”. ¿O no?, y lo digo comenzando por mi ojo eh, pero es que da risa. Que si me robó la fórmula de chiles para el mole, que si mi brioche con mantequilla y erizo es mejor que el del otro (por cierto, ya hay sobre oferta del plato y ya cansó); que si mi monovarietal sí es el mejor de la comarca; que si yo sí soy periodista y ellos no; que si mi festival o listado versus los de los colegas sí está construido con realidad; que si yo tengo más adeptos, groupies, capítulos en Netflix o novias; que si tú las traes. Yo me río, de mi misma, de mis aprendizajes y crecimiento, y mucho, del entorno.

Todos, más o menos, en el pasado o en el presente, a distintas edades y con mucha o poca carga en la mochila, como la reina cegada por su propia belleza, buscamos el reconocimiento. ¿Es negativo?, no, todos queremos aprecio, reputación, gloria y hasta alguito de dominio. Pero nada de excesos, mucha porra al prójimo alimenta el espíritu e insisto, lo digo a partir de mi experiencia: busquemos espejos que mejor respondan “calladita te ves más bonita”. Fin.

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