Opinión

Nube viajera: Entre plátanos

Celebro cuando las cosas tienen razón de ser. Un proyecto bien fundamentado, un viaje con ilusión, un vino que debe existir por bueno, porque tiene historia y tiene voz.

Nube viajera: Entre plátanos
Valentina Ortiz Monasterio Foto: Especial

Una mesa larga, a veces partida en dos, a veces montada en una sola, bajo caminos de eucaliptos, al costado de una magnolia, una mesa llena de ideas, de anécdotas, de líderes, de ego, de agradecimiento y de poder. Pensaba en las curias, y en el poder y lo raro que es.

Mi ejercicio imaginario de futuro imaginario y de casa-granja también imaginaria es similar a la que me recibió; sin embargo, la mía tiene casa victoriana chica, de porche amplio desde donde se ve la lluvia, y ahí donde se cenarán los ravioles recién hechos, se tejerá, y limpiando espárragos y se discierna, porque discernir es fundamental y porque ahí, cuando uno entra en esa fase de elecciones, ¿será por acá o será por allá?, se toman mejores decisiones.

Celebro cuando las cosas tienen razón de ser. Un proyecto bien fundamentado, la hospitalidad como eje rector de un futuro promisorio, un viaje con ilusión, un vino que debe existir por bueno, porque tiene historia y tiene voz, un nuevo emprendimiento con pies y cabeza, una amistad con viabilidad, pero con verdad.

He tomado varias decisiones, muchos y varios jugos verdes llenos de complicidad y de cariño, he abrazado a amigas, he pensando en nuevos proyectos vinícolas que me emocionan y he leído cuentos de García Márquez.

En casitas pequeñitas construidas a partir de vagones, vi la noche estrellada y, aunque en ese imaginario del que hablo serán trojes michoacanas, también tenían un porchecito y también me hicieron pensar muchísimo.

Quiero forrar un sillón de tela de trapo estilo francés -a mi mamá le encantarían-, quiero conseguir platitos de madera patinada, quiero encontrar un vino blanco fresquito para mis ideas, quiero un árbol de magnolia.

Veo y escucho llover, pluvofilia leo que se llama mi condición. La lluvia conecta con nuestro lado más vulnerable y creo que uno se abre. Además, el agua nutre, limpia, renueva. Aroma a petricor, a uvas criollas, aroma de gardenias en la cara, aroma a nuevos bríos. Todo esto, entre plátanos.

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