De 111 establecimientos no conozco 18. Reconozcamos, uno hace lo que puede y no le entro a la bilocación o a desdoblarme pero firmo con sangre ir muy pronto. Se dice fácil y no lo es, ¿cómo seleccionar sólo 111 sitios para comer, beber y hospedarse en mi país habiendo tanto, tantísimo? Pero así lo de las listas, la de 50, la de 250 -también útil-, la de Marco mi amigo, la de las estrellas, la que sea pues, cada una para su audiencia, y ésta, la de 111 lugarcitos mexicanos gira en el mundo de 50 Best en su edición hoteles, bares y restaurantes y me gusta. Qué lindo sentí de ver tanto talento, qué lindo sentí de ver a Ceci y a Pedro atrás, pocos los ven, aplausos a ellos.
Tantas historias de tantos lugares. Me sentí señora de edad dándome cuenta que muchos de ellos los vi nacer y crecer. Contramar se gestó en la playa de Zihuatanejo y estábamos super chavitos, veintitantos todos, Gaby una locomotora y lo que se sirve en esas mesas merece todo el reconocimiento, de nuevo, las listas importantes son las de la gente feliz esperando entrar. Me tocó ver nacer Bruma, en su casita Ocho, la vinícola y el restaurante -que adoro-; así vieron la luz cerquita de mí también Café de Nadie, Lunario, La Nacional y los Chablés, entre otros porque hay muchos, que no dice otra cosa más que: qué orgullo, puro lugar a todo dar.
Y el tiempo pasa. A los hoteles Belmond los quiero porque soy chica Belmond y ellos saben por qué, a los One & Only porque ganaron mi corazón hace más de veinte años cuando mucho de esto no existía, me falta hospedarme más en San Miguel de Allende, en La Paz, y quiero muchísimo dormir en Montage en Los Cabos y sé que suspiraré en su restaurante thai. Anécdotas hay miles, los salmoncitos desde hace mucho y a toda hora en Café Tacobar, las Batangas en La Capilla en Tequila, Jalisco -con papas preparadas-, martinis y amor en Arca, mis memorias de niñez en la casa que alberga Rosetta (y cocina ácida, femenina y elegante como me gusta), el Pangea de antes y el de ahora y un vino que nació ahí mismo, nuestro Balero.
Ahora bien, ¿me gustan todos? No, pero me siento feliz de que las listas -insisto, todas-, reconozcan a restaurantes y lugarcitos, me siento inmensamente feliz porque no todos son para mí, para eso sirven las listas, para catapultar como herramienta de marketing y referencia, no magia, herramienta. Me da gusto ver a Sarde ahí porque me gusta mucho cenar en sus mesas y con su buena vibra, a Xocol en Guadalajara de cocineros jóvenes y listos para comerse el mundo, Ticuchi con las mejores margaritas del mundo, Azul Histórico porque su Majestad Ricardo es quien es, Casa Oaxaca de Alex Ruíz, muchos faltan, pero muchos ahí están. Quiero una cuba en De la O, medio aguacate y esa tostada con crema y zanahorias encurtidas; quiero todo de todo en Pujol o en Manzanilla, pero hoy quiero más que nunca aplaudir el esfuerzo común, la magia de México y su hospitalidad, la vibra de nuestros restaurantes, hoteles y bares, aplaudir el servicio, las geografías, el diseño, la buena onda, el sabor y la creatividad. 111 no es nada.