Opinión

Nube viajera: Los juegos del hambre

Que sea la cocina mexicana una oportunidad más de generar identidad y orgullo, que nos explote el pecho de orgullo de lo que somos los mexicanos

Nube viajera: Los juegos del hambre
Valentina Ortiz Monasterio Foto: Especial

Son esos días de los últimos siete años en los que me hacen sentir la más popular, y es worldwide. Recibo llamadas que no suelo recibir, felicitaciones de celebraciones pasadas, piropos y textos de “te he pensado mucho”. Me da risa, son los juegos del hambre por ahí sonreíamos el otro día, pero en muchos países y para muchos cocineros que lo entienden o no lo entienden, estos días fueron días de sacar la cabecita y recordarle al mundo quiénes son. Ojalá sea productivo lo deseo de corazón, me gusten o no me gusten sus restaurantes y sus propuestas, hay mucho trabajo detrás y quien persiga aparecer en las famosas listas, sé que anda nerviosito. La mejor de las suertes, el que sabe, sabe.

Para mí ha sido un privilegio conducir un pedacito de este mundito. Ojo, lo escribo así porque conducir puede tener muchísimas lecturas, y como me gusta provocar, dejo a la imaginación del lector la interpretación de lo que para mí es: conducir como verbo transitivo, sinónimo de guiar o dirigir. Conducir una locomotora cuyo destino es la promoción de la cocina de un país. Y así me gustó hacerlo, no ha sido ni será el único tren, pero es uno en el que yo creo y del con muchísimo orgullo soy cercana colaboradora y, de formas distintas en adelante y evolucionando, lo seré siempre.

Hace poco coincidí con un periodista que públicamente ha criticado mi trabajo, sin conocimiento de causa pero con buena pluma. Me sorprendió que no haya tocado el tema de su descalificación a mi trabajo de poner en alto el nombre de mi país como jugador internacional en la escena culinaria; o le falla la memoria, o está cansado o ya no es vigente su crítica. Me hubiera gustado conocer su opinión hoy, lo que sí compartió es el restaurante que considera la máquina creativa europea, y no coincido. Insisto, en gustos se rompen géneros.

Que sea la cocina mexicana una oportunidad más de generar identidad y orgullo, que el vehículo del poder suave incida y que sea un mole, el que sea bueno, el redondito, el de Milpa Alta revisitado, el que sirven en Oaxaca sobre un sope y con plátano macho o el que no es mediático, una enorme oportunidad comunicacional para que nos explote el pecho de orgullo de lo que somos los mexicanos y a lo que sabemos. Para mí, eso es lo realmente importante. Buen camino a todos, la suerte está del lado de los valientes.

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