Opinión

Nube Viajera: Según quién II

La sorpresa más grande fue Sheyla en Lunario. ¿No han ido?, se convierte ya en un must del Valle de Guadalupe y un referente de éxito chingón de género no por ser mujer, sino por ser mujer y ser fantástica cocinera.
viernes, 27 de septiembre de 2024 · 05:32

Las mañanas fueron todas hermosas. Despertar con horizontes de viñedo sólo puede ser buen augurio. Mi maletita (en diminutivo porque aún me cuesta muchísimo trabajo empacar para tres días en una carry on) me miraba mientras tomaba café en la cama y me decía, “no aprendes después de tantísimos años”, y burlona como es y como soy, le respondí, no creas, verás qué guapa me vas a ver.

Y sí, el Valle de Guadalupe me sigue sorprendiendo con mañanas frías, medios días hirviendo, tardes de foulard y noches de chamarra de borrego, eso sí, finalmente aprendí a tener los zapatos correctos, aunque el señor don “Ojos Negros” crea que mis outfits no son dignos de nuestras caminatas. Ya irás viendo honey, en un dos por tres andaré más trucha que los agrónomos.

Como era de esperarse en la geografía en la que anduve –que no es común denominador–, comí muy bien. ¿Sorpresas?, sí, el bar de Lulú, su Martini a base de vino, unos huevos estilo deviled con ikura maravillosos, buen pan, buena mantequilla, espantosos ramekins pero ella y él, híjole cómo los disfruté. En Fauna me sorprendió y hasta me agarró en curva, como si fuera nueva, el plato de caracol, es que ese hombre cocina sabroso y sexy. Me gusta mucho.

¿Qué más me fascinó del Valle? Amado Garza, Ana, su tribu, su nieto y su pasión en esa vinícola que no parece local. Viñas de Garza es clase mundial, gracias familia por recibirme por compartir, por contagiar, y gracias señor propietario por esa magnum de Gran Amado, disfrutable cada sorbito. De nuevo, como si nunca hubiera ido.

Sorprendida también estuve de mucho comercio non grato, he de reconocer. Mandaría dinamitar mucha cosa no estética a la vista ni al oído que vi (imagino que menos al paladar), y da susto pensar que se poble aún más de esa ondita que no combina con el propósito. Pero bueno, hay una bola de gente que admiro y que lucha porque no haya más excesos, cuentan conmigo.

En Villa Torel comí, como siempre, magistral. Me gusta mi amigo porque me hace reír, por su mujer, por su equipo, porque tuve la suerte de ver cómo colgaban su plaquita de Michelin y porque su arroz con langosta es el mejor no se si del mundo, pero sí de mi mundo. Alfredo, quiero más y más contigo toda mi vida, me siento muy feliz de ser parte de ti. Tía, te adoramos.

La sorpresa más grande fue Sheyla en Lunario. ¿No han ido? Se convierte ya en un must del Valle de Guadalupe y un referente de éxito de género no por ser mujer, sino por ser mujer y ser fantástica cocinera. Necesitamos mucho apoyo señores (en masculino), es momento de que las mujeres como la que comanda ese restaurante dentro de Lomita, brillen. Quiero regresar mil veces. Quiero esos tomatitos. Cómo me gusta Baja California.

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