Columna
Escenas de mar
Qué lindo punta nizuc, adepta soy, auguro que acá vienen muchas nuevas escenas, viene mucha cosa lindaCorales abanico, corales cerebro, corales cuerno de alce, erizos, langostas, caracoles inmensos y miles y miles de peces. Pataleamos suavecito durante un par de horas, estuvimos siempre cerquita de la playa, ahí abajo se ve de todo, el sol ilumina la vida marina de este arrecife coralino caribeño que nadamos y del que mi padre me hizo parte hace años con historias, conservación y hasta un coral peregrino. Ahí abajo siente uno la inmensidad, la fragilidad, la manita de una de mis hijas y el “gracias a la vida” como mantra. Escena uno.
Una hielera de esas inmundas de unicel, de ese que no se desintegra nunca pero que nos ha acompañado a todos desde niños particularmente a las costas con chelas, Bacardí, refrescos, aguas frescas y, esta vez, una botella de Virginie, un champagne de Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier muy, muy, muy correcto que me llegó como ofrenda maya. Y no era todo, el Sauvignon blanc y Chenin blanc de Fer de La Carrodilla que estos días anda de fiesta con Sheyla, Edgar y Sergio a los fogones -ir y venir se llama, ese péndulo entre dos realidades, muy ad hoc-, y, un rosadito provenzal que no conocía que se deja acariciar lindo. Esta, la escena dos, con complicidad Werito, qué bien que te salen las cosas. Con vino y de La Mantequería es mejor.
Explicarles qué era una causa fue otra de las escenas de días recientes. Ni la forma en la que la habían moldeado ni la temperatura del ambiente ayudaban pero ahí estaba manifestado aquel icónico plato peruano. A ver, imaginen un refractario donde vas acomodando papa prensada -sí papa super especial ya sé y que no tenemos acá ya sé-, luego una mezcla de proteína con mayonesa (en esta versión mexicana-caribeña era cangrejo) y vas haciendo capas por ahí también con aguacate, huevo cocido, en fin, un sacrilegio hablar de su preparación y nadie quedó convencido de que sabe bueno. Habrá que ir. Ah, y es al tiempo, o más bien frío, o algo así.
El hambre ancestral, una referencia muy familiar que hace alusión a muchas cosas muy privadas, pero una de ellas, y la más benevolente, a cuando tienes apetito feroz. La escena cuatro comenzó el sábado pasado y transcurría mientras un ser humano devoraba tacos dorados de pollo con crema y queso y una montaña de arroz blanco. Qué enorme privilegio es, primero, tener acceso a la comida, desde luego, y más en plan ego, saber transmitir el amor por comer bien, bonito y debatir de buenos y malos sikil pak, de la cocina que se estancó en los noventa o de la relevancia de invertir en aceite de oliva.
Abrir las cortinas y ver ese mar, precedido además de un pedacito de manglar y un canal interno que lo cruza y llena de trinos y chirridos de aves las mañanas con café fue la escena número cinco, muy repetida y que pienso vivir frecuentemente en mi vida. ¿La geografía?, Punta Nizuc, ubicada a 21° 01' 25" de latitud norte y a los 86° 46' 09" de longitud oeste y donde viven hermosas formaciones coralinas que, justo a partir de la vista de mi cuarto nace y, hacia el sur, forma el segundo arrecife más grande del mundo. Qué buen ojo los Cosío, qué lindo proyecto, qué belleza de mar, qué rico tamal el de Ramona y qué buen bar cubano y música que prende el alma. Qué lindo Punta Nizuc, adepta soy, auguro que acá vienen muchas nuevas escenas, viene mucha cosa linda.