Opinión

Nube Viajera: Del verbo acumular

Siendo viejos de alma y de corazón, comemos sabor, potencia, historia, verdad y, como en la vida, buscamos permanentemente respuestas a ciertas preguntas.
viernes, 23 de agosto de 2024 · 01:32

Yo soy alma vieja. Alma vieja y no solo de la que el taoísmo nombró refiriéndose a los que han vivido varias vidas, pero sin duda sí de las que ha acumulado experiencias y de las que ha recibido conocimiento ancestral de muchas mujeres, y algunos hombres, y, no en el plano astral que no le hago mucho por ahí (ni le entiendo ni me interesa), sino alma vieja de las que lleva consigo mucho acumulado, mucho, y los más bonito, reparte. 

Las almas viejas, hojeaba en un libro que pensé novela pero era más bien de auto ayuda y no compré en una librería hace unos días, tienen una forma de ver las cosas muy distinta al resto. Esa sí que soy yo. Hablan mucho consigo mismos, difrutan contemplar, conversar con nuestro “yo” interno, luchamos por pasar inadvertidos, pero siempre, siempre nos sale mal. 

Rara vez el instinto me falla. No sé si tomo las decisiones correctas pero leo a kilómetros la sinceridad, las palabras detrás de la palabras, los subtítulos y el miedo. Cada vez creo que es más lindo tener miedo y saberlo y trabajar en ello. ¿Cómo comen las almas viejas?, empáticos aceptamos y agradecemos, pero privilegiamos la comida de verdad -menos poesía he dicho siempre-, así como no nos interesan las conversaciones superficiales, tampoco nos llama la atención la cocina superficial. 

Siendo viejos de alma y de corazón, comemos sabor, potencia, historia, verdad y, como en la vida, buscamos permanentemente respuesta a ciertas preguntas ¿por qué dios, por qué aceite de trufa?, ¿le explico que decir que algo pasó por un comal no lo hace mejor o muy bueno?, ¿le contamos que no te puede gustar el vino argentino así nomás por su nacionalidad, porque hay torrontés, Malbec, chardonnay u otros?. Sí, a veces sufro, pero no crean, hay cocineros que me leen a kilómetros, y que me alimentan la vida, el alma, la panza, el corazón y la sonrisa con un palmito a la brasa, con un steak au poivre, con papitas criollas, con jamoncito, con unas buenas setas, con cocina con muchísima verdad. Quien ande en búsqueda de ello, no deje de pasar una tarde entera -o varias como yo-, en esa casa de ladrillos tan bogotana en la Carrera 9. Y pidan la mesa cuatro, tiene buena vibra y, si se topan con el chef, Harry, le dan un beso de mi parte, que él también es alma vieja. 

A los que somos almas viejas nos gusta ver los cerros, hablamos con las olas del mar, nos gustan los suéteres calientitos y de buen tejido y caminar por las plazas de los centros de las ciudades buscando historias que acumular mientras probamos cachivaches. Es cierto, somos raros, pero comemos bien, es cierto, somos raros, pero queremos mejor. 

Otras Noticias