Una de las diferencias culturales más interesantes que he visto en el último año y medio es la capacidad que tenemos los mexicanos para improvisar. Para nosotros la improvisación es parte de nuestro día a día, de la misma forma que el esforzarnos para que las cosas salgan como queremos. Hasta tenemos dichos como: “camarón que se duerme se lo lleva la corriente” y “el que se fue a la villa perdió su silla”.
La noción de que hay que ser trabajadores y vivos para salir adelante va intrínseca con nuestra cultura y pareciera como que eso no lo comparten muchas otras, para las cuales el que te vaya bien es casi una obligación que le corresponde a alguien más, al Estado, a los patrones o quién sabe.
Es muy interesante ver los resultados en el día a día, sobre todo cuando se mezclan con otros aspectos, como el hecho de que aquí las cosas son muy estructuradas y claro, a mayor estructura, menor necesidad de improvisación. Si el manual tiene todo escrito, entonces no hay que buscar nada por afuera y en general eso está perfecto para el 90% del tiempo, pero invariablemente va a haber momentos que requieran improvisación y ahí es donde nosotros como mexicanos nos destacamos.
Un ejemplo muy sencillo sobre la diferencia que hay entre una mentalidad totalmente estructurada y una con más apertura, me lo dio un mesero que llegó indignadísimo porque un cliente le había insistido en que quería una limonada frozen, esperando que un capitán le fuera a decir al cliente que no hacíamos cosas frozen (porque no estaban en la carta y porque nunca las habíamos hecho). Tremenda sorpresa e indignación en el mesero cuando le dimos al cliente lo que pedía, como si hubiéramos accedido a prepararle una pizza en lugar de comida española. Lo más increíble es que hubo dos meseros más en quienes la inconformidad encontró eco y que piensan que estuvo mal acceder a solicitud del cliente, mind blowing.
Aquí para todo hay un manual, pero no hay quien esté activamente revisando que su contenido evolucione. En México son pocos los negocios chicos, como el nuestro, que sí tenemos manuales y aun en esos casos, más que manuales estrictos, son un conjunto de pautas y guías a seguir.
Como cereza en el pastel: Desde chico siempre me causó fascinación ver cómo en español se puede decir una misma idea de tantas formas diferentes, algo que en inglés no sucede. Siempre supe que eso nos daba una ventaja tremenda a la hora de estructurar no sólo oraciones, sino ideas completas, porque a final de cuentas entre mayor sea nuestro léxico, más grande es el abanico de posibilidades y si el idioma en el que construyes permite mucho juego entre palabras, ese abanico crece aún más y creo que ese es el caso con el español, sumado a nuestra idiosincrasia.