Opinión
Nube Viajera: Mi eucaristía
Comienza la cuenta regresiva hacia el inicio de un nuevo año, y aunque para las uvas hay algunos nuevos, no duden un segundo, nadie, que a los que ya no están le echaremos de menos, como bien dijo Nacho CanoTiene nombre de yogurt pero también pienso que su significado es profundísimo, oikoumene, que en griego es “tierra habitada”, qué trascendente. Mi casa es ecuménica, un espacio que fomenta la cooperación entre distintas ideologías y tradiciones, un lugar que no divide, mi casa busca el diálogo, entras a ella y cabes, dejando atrás diferencias culturales, religiosas, heridas, amores, traumas y hasta patologías. Son todos bienvenidos a un espacio en donde se come muy bien, se adora, se preparan buenísimos Martinis, cubas de las más sabrosas, se escucha, se entiende, se critica, se protege, en mi casa se abraza; se detesta al grosero y se aplaude mucho. Mi casa es una tierra muy habitada.
Los Ortiz Monasterio somos tribu porrista por naturaleza, hay un triunfo, te aplaudimos, unas palabras emocionantes, te aplaudimos; somos gente que a través del aplauso expresamos mucho y, como el aplauso es contagioso, contagiamos. Mi descendencia lo trae muy claro y me fascina verlas expresarse como lo hacen, en amor, en días navideños que ponen chipil, en casi todo, ellas lo traen en la sangre.
Muchas ideas no ordenadas estoy compartiendo ya sé, que si mi casa ecuménica como la capilla de Rothko -uno de mis sitios favoritos en el mundo-, que si abrazamos mucho, pero entre líneas voy aterrizando a lo importante y tratando de tejer con sentido lo que estoy percibiendo: ando movida como es común en los últimos días de diciembre, hace mucho frío y voy por la ciudad repartiendo tortas bajo una premisa fundamental: compartir el pan.
A eso voy. Compartir el pan, un acto de lo más terrenal que se traduce en rellenar el pan que haya en casa con lo que hemos venido cocinando y comiendo y que, para mí, es increíblemente espiritual también. Más detalle, meter entre panes los romeritos con el mole madre que me regaló Enrique, los atunes de Tuny en ensalada con pepino, cebolla, cebollín y mayonesa casera (soy fan de los regalos de Fer, gracias siempre), a veces tortas de pavo bien remojado en gravy, y estos días, ha incluso habido rellenos novedosos como los de pollo a la naranja con muchos honguitos, y claro, los de siempre, sándwiches de pan Bimbo ya sea de peanut butter & jelly o de Nutella. Compartir el pan está cargado de simbolismo, es un acto de generosidad y hospitalidad, compartir el pan es mi propia y atea eucaristía, el pan como símbolo de unidad y bendición, de buena onda, de energías de las más lindas.
Y comienza la cuenta regresiva hacia el inicio de un nuevo año, y aunque para las uvas hay algunos nuevos, no duden un segundo, nadie, que a los que ya no están le echaremos de menos, como bien dijo Nacho Cano. Días de abrir mi casa ecuménica, de ser tribu porrista, de dar a quienes nos gusta dar, de soltar lo que es indispensable soltar, días de compartir entre panes. Hoy toca seguramente rellenar de guiso en Crock Pot, en algunos días de quesos impecablemente seleccionados. Invito a casa e invito a copiarme en el acto de compartir el pan. Sean felices, den, los dejo pues termino las tortas con las que salgo a hacer mis mandados, esta vez de chilaquiles en salsa verde, no olviden, si de las tortillas duras hacemos chilaquiles, hay prueba de que hay vida después de la muerte.