opinión
Nube viajera: Pámpano, lup-dup y señales
Comer rico, cuidar, empatizar, congraciar, beber solamente buen vino y bendecirse con elloEl restaurante estaba lleno, apretado, le tenía ganas desde hace rato y, siendo honesta, no sé si me gustó o no me gustó, cosas sí, cosas no, espacios trillados y seguros, saborcito sí, pero no sé, ya regresaré. Nos estábamos tomando un Latour 2001, Magnum, quizá fue eso. Un vinazo, potente, elegante, estructurado, ya Napoleón III en 1855 lo clasificó como los grandes vinos de Burdeos. Cabernet Sauvignon, Merlot y Petit Verdot, y ahí comenzó el corazón fuerte a latir. ¿Será? Vinazo sí, pero me he bebido mejores y no se me fue el alma al cielo.
Vamos a evaluar las válvulas y cámaras, el saco que las rodea y cada uno de los latidos, así me dijeron y pensé, újule, se van a dar cuenta de mucho. Escuché veinte minutos seguidos mi corazón, no entendía mucho, pero entendía perfectamente qué sentía. Lup-dup, sonaba y yo no he dejado de preguntarme, ¿qué es lo que uno tiene que estar prioritariamente haciendo en la vida? Estar atento a uno mismo, si dejas de poner atención pierdes perspectiva y orden, uno mismo como prioridad uno.
Es que haces muchísimas cosas me dijo aquel médico científico que, aunque muy joven, me recuerda a mi abuelo porque en consulta sonríe poco, menos bla bla bla y más ciencia. Sí, afirmé, y me fascina.
Llevo días haciendo mucho es cierto, confiando en la magia de nuevos comienzos -gracias Javier Angulo por las lindas palabras y la información de los ciclos de siete años-, echando porras a los maestros y maestras artesanas del textil mexicano de Original, atendiendo llamadas y muchas juntas, despertando de noche mucho y hasta revisando algo de astrología que no le entiendo nada, pero me cae bien el que me lo platica. Así he andado, observando señales por todos lados, escuchando el cuerpo porque habla precioso, directo y profundo y, además, y porque me lo merezco, probé quizá el mejor pámpano a la sal que jamás me comí. Ekilore de Pablo San Román es un restaurantazo al que hay que ir muchísimo, cocina que es lo que es, cocina que es la que más me gusta. Y súmale, puras señales pues, ekilore es la flor del sol y en la tradición vasca se colocan estas flores en la entrada de las casas como protección. Qué lindo eso, son flores grandotas, primas de las de alcachofa y de los girasoles, ya coloco en casa, por mí, por ti, por todos, prometido y para siempre.
La felicidad depende de la calidad de tus pensamientos leí de Marco Aurelio entre espera y espera, además, es una elección, me dijo la señora con la que más o menos platiqué en la sala de espera y quien por cierto había sido miembro de la Academia Mexicana de Gastronomía. Puras coincidencias.
Puras señales: gratitud, mucha gratitud, comer rico, cuidar, empatizar, congraciar, beber solamente buen vino y bendecirse con ello, saber de septenios y de ese cambio de celular, hacer casita, volver al restaurante que no me gustó tanto a ver qué tal, repetir en Ekilore unas cinco veces de acá al fin del año, celebrar el triunfo de México y sus cocinas en cualquiera de las fiestitas que están sucediendo este noviembre, saber que las estrellas solo se ven cuando está oscuro, ver la nieve con amigos y ser ejemplo. Hoy y siempre.