Opinión

Nube Viajera: Me supera

Veo a cocineros en la insistencia, casi en la necedad, de a través de presentaciones, o sólo por ponerse creativos, excederse...
viernes, 29 de septiembre de 2023 · 00:13

No conozco al cocinero catalán, y me han insistido en que los visite en costas mexicanas. Sucedió lo automático, obtención de algo de data a través del poco cauto y muy chismoso world wide web y, en alguna de sus redes, vi un video en donde plateaba en una piedra cóncava una esqueixada, -plato que adoro-, con pinzas sí, elegante, también, y novedoso pero sin perder sentido en el límite entre la tradición y la creatividad. Ahí estaba el bacalao, el tomate, el aceite, la cebolla y creo que la aceituna iba en camino, no me acuerdo, pero digamos, las cosas ahí estaban. 

Traigo esto a colación porque le he andado dando vueltas a eso de que, como en la vida, y porque somos seres humanos que nos equivocamos, veo a cocineros en la insistencia -casi en la necedad-, de, a través de presentaciones, reinterpretaciones o simplemente por ponerse creativos frente a la enorme oferta y a un comensal que a veces sabe y a veces no, se exceden.

Semen de pitufo, era el título del trago. ¿Está bien eso? Las prácticas sexuales son personalísimas -y detesto que se opine al respecto-, pero a mí, no se me antoja aquel drink ni por su nombre, ni por su color, ni por la provocación. En gustos se rompen géneros, yo y mi Martini, habrá quien me mirará con desdén cuando con amabilidad responda al que me ofrezca la bebida azul: muy amable, le aprecio, pero no combina con mis muebles.

Es cierto que con la edad me he vuelto mucho más conservadora en la mesa y mucho menos en la vida cotidiana. En los fogones aplaudo la técnica, venero el sabor, y, también, y particularmente cuando se trata de pensar fuera de la caja, celebro que los procesos creativos en un plato se conviertan en potenciadores de sensaciones que muy sepan bien. Porras a la innovación, a la estimulación, pero más no es mejor, y a mí, me gusta lo sexy que puede llegar a ser un resultado simple después de un ejercicio de profunda creatividad.

Todos tenemos que sacudirnos. Yo, que últimamente me siento más liviana, me doy cuenta qué relevante es ir tirando cosas, deshaciéndose de marañas, menos tren del mame, más tren de los sueños, tren de la vida, tren de las emociones. Digamos, me aburre que sirvan algo sobre canastita con frijoles secos por debajo, dinamitaría si pudiera todas las copas flauta -así como al cliente que no dice gracias a quien le sirve-,  y no estoy segura que me vaya a gustar el ultra instagrameado Big Brother de Alchemist, ese en forma de ojo y con pupila de caviar. Como diría mi difunto padrastro, “me supera”.

Insisto, esta es mi opinión -y no siempre humilde-, pero el exceso gastronómico no me gusta. Es tan triste cuando la creatividad trasciende al paladar como cuando la creatividad se acaba o cuando nunca supo bien. Las ideas no son suficientes, ver rico o experimentar rico, no es comer rico. Antier vi una foto de un plato de Pedro Miguel Schiaffino en La Rosa Náutica y sentí prisa por ir, por estar, por el atardecer, por probar su cocina, tengo la sensación de que va a ser muy yo. Menos moldes de mazorca y más ceviches de caracol, esos sí, combinan con mis muebles.