Opinión

La leña al fuego: ¡Haz patria...y haz salsa!

En el corazón del mercado de Jamaica, Fernando Dávila y su familia nos inspiran a saborear México en la magia inagotable de un molcajete
viernes, 15 de septiembre de 2023 · 00:11

Desde hace un buen tiempo cuando alguien me pregunta sobre el picor de algún platillo o salsa, mi respuesta invariable, sea nacional o extranjero el interlocutor, es "¿Te contesto como mexicano? No, no pica", abriendo así el abanico a todas las interpretaciones que el interrogador quiera dar. Fue una opción que tomé después de que una cocinera venezolana me dijo muy molesta: "¡Es que ustedes los mexicanos dicen que no pica, y siempre acaba uno bien enchilado!"

El gusto por el chile y por un menor o mayor picor en nuestra comida es parte, por así decirlo, del ADN de muchos mexicanos. Sin entrar en polémicas, tampoco se trata de enchilarse a lo tonto, sino de encontrar esos picores que dan otra dimensión es nuestra experiencia culinaria; pero como está claro, ese es un tema muy personal, y cada quien sabe hasta dónde llega en esta aventura sensorial que va de la mano con nuestros orígenes y nuestra formación y deformación como comensales.

No todo está escrito en el mundo de los chiles de México, y aún hay mucho que documentar y afianzar en torno a la vigencia de las tradiciones. Por eso es que Fernando Dávila, tercera generación de comerciantes chileros y director de La Flor de Jamaica, en el mismísimo mercado de tradición en CDMX, decidió lanzar su Taller de Salsas, justo en un local donde te envuelven y seducen los chiles secos provenientes de distintas partes del país.

Como de un costal chilero, surgen historias y anécdotas de ese gran universo que significa el chile para los mexicanos, y en torno a la cual se mueve toda una industria que significa números, pero que también significa afectos y placeres. ¿Qué haríamos los mexicanos si desapareciera esa gama increíble de chiles que trazan y describen nuestra cocina?

Pero más allá de un discurso, lo que más entusiasma de la labor de Fernando Dávila, chilero de nueva generación y de su familia, es la pasión por proyectar el valor intrínseco que chiles, salsas y moles tienen en nuestra historia cotidiana; su reafirmación y confirmación como parte de una identidad que nos ha definido a través de los siglos. 

Es un taller lúdico alineado para turistas extranjeros y corporativos, pero que muy bien pudiéramos y debiéramos tomar cualquier hijo de vecino, ya que justamente Fernando y su equipo se ocupan de hacernos recuperar la magia que significa empuñar el temolote y seducirnos en la magia del molcajete: la transformación de los ingredientes y el tanteo de los picores en la escritura de historias personales, familiares, colectivas que plasman en el taco placero la emoción de saborear México. Así, al chile.

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