Opinión

Nube Viajera: Una mujer jardín

Es que tener buena mano para las plantas y la sembrada debería tener valor curricular. Es cierto, hay que cantarles y mimarlas, pero mi huerto está en bonanza permanente y estoy convencida de que no hay un orégano más aromático y un tomate zebra más elegante que los míos
viernes, 10 de marzo de 2023 · 00:30

Las ardillas siempre se comen los higos y me ponen de malas. La mía es una higuera mediana, no robusta ni chonchita pero con buena vibra y aunque no tan heroica como la higuera bajo la cual Rómulo y Remo fueron amamantados por la loba Luperca, a mis perras Jaiba y Mordecai, les encanta su sombrita.

En el mismo lado oeste de mi jardín hay dos cerezos y un durazno con el que soñé hacer Peche Melba con la receta de Escoffier, pero siento que no le puse mucho cariño y la primavera no la recibirá tan ganosa como debiera. A ver si le pongo pimienta al agua con que se riega para que agarre enjundia y cachondeo, pero, la verdad, es que lo que no se cuida se marchita.

Recién mudada quise traer cítricos como mi abuela, en maceta y de variedades exóticas. Naranjitas chinas que sólo me gustan para ver, tarocco rosso que le ha costado trabajo como a la vainilla, y kumquat que pegó y pegó bonito para mis mermeladas. Que agarren más frutita para ahora hacer un trifle súper goloso que le leí a Ottolengi y, si la vida me premia y mi jardín siente como mujer que creo que es, hasta naranjitas tendremos para mucho pan de muerto.

Es que tener buena mano para las plantas y la sembrada debería tener valor curricular. Es cierto, hay que cantarles y mimarlas, pero mi huerto está en bonanza permanente y estoy convencida de que no hay un orégano más aromático y un tomate zebra más elegante que los míos y, juntos, con feta, aceite, sal y pimienta rosa, te colorea los ojos, te enchina la piel y te hace acordarte de lo valioso de un pedacito de cajón con tierra, y lo soez del supermercado.

La gente que entra a mi casa me quiere -con algunas excepciones-, y siente la energía femenina de una casa mujer, que poco se rige por la luna y que tiene feng shui propio. Hemos plantado naranjitas para la abundancia, peonías para la belleza, manzanas para para el crumble de los domingos y para verlas desde mi cama, y hasta jazmín, tan poderoso como el de mi perfume, y que desasosiega a las mujeres envidiosas de las que hay que comenzar a reírse. Pura cosa buena.

Los olivares son ya los alfiles de esta mi citadina tierra de frutas, flores, hierbas y delicias que nacen de humus y vientre clarísimamente de género femenino. Atraemos abejas con bebederos y de noche las nuevas acacias se quedan mirando a las jacarandas que acaban de florecer.

Es que no hay cosa más de mujeres que eso.Ya vienen mis nuevas semillas y con ellas, mi trabajo de madre de muchas semanas empollando con cristales preciosos y danzas entre manzanilla que las acaricia y cebollín que las protege. Siento que este año los higos acabarán en un plato de china bone con una mielecita suave y algo de creme fraiche. Siento que este es mi año de higos. Higos pendientes, sueños presentes.

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