Opinión
Nube Viajera: Conjugar el verbo dar
Ha sido un año de muchas cosas, retos, amor, angustias, reconocimiento y mucho, mucho aprendizajeSentí cierta envidia de no estar cerca de tierras ibéricas, esta vez no para comer tortilla en el Bar Rafa, sino para tener acceso a dos cosas: los arroces de A Fuego de Quique Dacosta, un pack para hacer en mi jardín su paella valenciana de ensueño —con conejo, ojo — con todo y socarrat; y, porque adoro, lo adoro y a los míos les fascinaría, el turrón XO que Dabiz Muñoz, inspirado en el mítico helado de vainilla con nueces de Häagen-Dazs, tiene para estas navidades. Aunque, me queden lejos, los imagino, sueño, y los saboreo.
Entre más pasan los años más me emociona el Fin de Año y, hay que reconocerlo, me ilusiona más poner la mesa y diseñar el menú y los vinos con mis hijas que ayudarle a Santa Claus y romperme la cabeza con los elfs. Yo, ya empecé a recibir regalos, con ello de que mi cumple es pegadito a diciembre, tengo ya preciosos libros, platos y tibores de la vajilla guanajuatense de mayólica que me vio crecer -la de Gorky González-; más platitos, joyitas lindas, comidas hermosas devorando frutos del mar de Brasil risa y risa, panettone, pan, salsas y mieles. Qué afortunada soy.
Porque dar es tan bonito. Ya pensamos en los regalos de los grandes, de los chiquitos, ya repasamos los ternurines que fueron favoritos de mis hijas, los legos, nos gusta pensar en canastas llenas de cositas personalizadas y que hacen bien o saben bien, lo mismo un lipstick que una botella tequila. Estoy esperando a Paloma para poner el arbolito colmado de luces, pero, sobre todo, de agradecimiento y buena vibra, ha sido un año de muchas cosas, retos, amor, angustias, reconocimiento y mucho, mucho aprendizaje.
Pero, párenme porque me pongo cursi, regresemos a las ideas. Que si para cocinar con el novio (novia, novie, novi@s), un detallito para la oficina, o algo para uno, me divierte pensarlo, sugerirlo y, cuando me toca, armarlo. Para aquél que está triste en días de frío en mi ciudad, por ejemplo, pan, en cualquiera de sus versiones privilegiando la calidad de la panadería y el amor que le ponen las manos que lo amasan. Vino mexicano desde luego para la casa, para cuando lo invitan a uno y hasta para esa jefa a la que ningún chile le acomoda. Balero espumoso desde luego en plan burbujas -o las cinco etiquetas que se ven hermosas juntas-; me encantan los blancos de Lulú de Bruma, el Chasselas de Natalia Badán y Correos 10 para comprar caja entera para la fiesta y quedar bien.
Me encanta regalar mermeladas. Usar cualquier receta de la de zarzamora mexiquense -más ácida que dulce-, pero de otra forma, hay muchas muy buenas. La miel es un regalazo en todos los sentidos, nutre el cuerpo y el alma, las de Queen Bee de Bego son una joya en sabor, textura y look. Una olla de barro, el libro de cocina Estrella, una tetera china de la tienda de División del Norte, o más sencillo y muy profundo, una plantita de jitomate. ¿Mi consejo?, insisto, que haga bien o sepa bien y todos los días, sin pensarlo, hagámonos un regalo propio. Que comience el caos decembrino, que mucho de lindo tiene.