Opinión

Nube Viajera: Hablando con nubes

Días yucatecos me abrieron el apetito (ese tan amplio como su significado) y probé algunas cosas que me tocaron fibras

Nube Viajera: Hablando con nubes
Foto: Especial

No es la primera vez que me pasa en la vida. Las cosas estos días no me saben a lo que son, los cielos comunican muchísimo, casi conversan como si yo supiera y hubiera aprendido a hacerlo con Dios, y, además, no me he tomado un buen Martini.

Suele durarme como unos cinco días la crisis de identidad de paladar, a veces se agrava, a veces es menor, pero se siente. Días yucatecos me abrieron el apetito (ese tan amplio como su significado) y probé algunas cosas que me tocaron fibras. Ese caldito de costa colombiana con intenso sabor a humo y con enorme poder, me habló mucho de su cocinero. Pensé que tu cocina era más delicada, le dije a Jaime, sonreímos, nos hicimos cómplices, quise abrazarlo y, después me habló de esmeraldas, de Celele y de amor. Un bacalao que no se me olvida, se notaba que venía de lejos, y, prometí visitar a la familia Torres en Barcelona porque su probadita destapó temas y, sé, que habrá simbiosis.

Viendo cielos en una hacienda a la que me siento cercana por muchas razones y, como dije, hablando con el más allá que esa tarde me hablaba de la relevancia de valorar a los que nos la hacen pasar muy bien, me comí una tostada de calabaza de Luis Ronzón, y una de abulón de Javier Plascencia, ambas maravillosas y ambas que bailaron bien con mi Balero espumoso que, ahí, bajo esas ceibas, con esas risas, con esa energía de cielo, tierra y pib, sabía a atardecer y a gloria. Método champenoise le explicaba a un entusiasta con sombrerito, guapo y bien vestido y me respondió, Valentina, no sé ni qué es eso, pero este vino sabe a bien hecho, gracias. 

Hablé con las nubes de un año de retos y de pruebas de esas que solo suman. Hablé con las nubes de cuán importante es la gente que tira buena vibra y, aún más, profundicé, sobre mi estado ese en el que fluctúo cuando floto, cuando estoy aislada y cuando mi mundo es tan amable sin otras variables, que hay que dar gracias. Porque así me enseñaron, a dar gracias a la vida que, como dice Tania, me ha dado tanto. 

Comencé a hacer mis conservas de fin de año, a pensar en cítricos, en anís, en cranberry, y en la receta de puré de papa de Lalo García, que creo que iguala la cantidad de papa por la cantidad de mantequilla. Ha llovido, y en los cielos de la noche conversé sobre la edad de mi descendencia al tiempo de cuidaba a una nueva criaturita que ya tiene casita en casa. Así eras cuando naciste Leo, llegaste a brillar.

Me voy a ver el mar y a ver qué me depara, a mí, a mi país, a mi región, a mi paladar y a mi cuerpo. No es la primera vez que me pasa en la vida. Las cosas estos días no me saben a lo que son, los cielos comunican muchísimo, casi conversan como si yo supiera y hubiera aprendido a hacerlo con Dios, y, además, no me he tomado un buen Martini.

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