Opinión

Nube Viajera: El verbo abrazar

Llegaron nuevos tiempos y así entre palmeras estos días pensaba, es muy fácil: solo el que se adapta sobrevive
viernes, 16 de septiembre de 2022 · 01:50

Ando buscando oportunidades para acomodarme. Llegaron nuevos tiempos y así entre palmeras estos días pensaba, es muy fácil: solo el que se adapta sobrevive.

Pero me detengo en las palmeras que es lo realmente importante. Caminar entre cientos de especies de palmeras me nutrió en todos los sentidos. Sí, Belo Horizonte me enseñó nuevas miradas y una particular forma de ser huéspedes, que es la mía: ¿cómo te hago sentir bienvenido?, ¿cómo puedo abrazarte mejor, que a través de la comida?. Así soy yo, así son los mineiros y así fueron sus palmeras.

Comiendo con hambre un plato de calabaza muy bien logrado de la cocina de Glouton, -cómo me fascina comer con hambre-; y entrándole a un Pinot Noir local precedido de un blanco de Salta; iba sacando conclusiones de mis días en Pampulha, en Inhotim, comiendo guisos de campo, aprendiendo de herencias gastronómica africana, comiendo chicharón y, también, comiendo arquitectura: qué deliciosa sabe la cultura y la estética.

Neimeyer en mosaicos, en alturas, en olas, en diseños urbanos. Un adelantado a su época, irreverente seguramente, un futurista. Acomodarse a los tiempos requiere futurear, y me salió bien. Devoré arquitectura, bordados, el amor por el dulce de leche, la devoción por pequeñitos canutillos rellenos de todo (y bolhinos y pastelitos también rellenos de todo). Comí quesos, canastra, otros fresquitos, pero todos, objeto de enorme orgullo mineiro. Una caipiriña que haré mía, con jengibre, menta, naranjitas chinas en mortero y bien cargada. Porque sí a todo, porque todo doble.

No comen ácido, es cierto, pero comen feliz. Eso son los mineiros. Y eso, hace una diferencia.  Retos como crear un destino gastronómico y lograrlo, retos como respirar y dejar pasar, dejar ir con alegría; retos de buscar mi reflejo en una carpa geodésica entre palmeras y trepadoras; todos retos loables, alcanzables, en camino a ser logrados.

Confío en la gente que abraza bien, así, apretado. También así abrazaron los personajes de Belo Horizonte en mis tres días turisteando, Patorroco, los pirulitos, Gilberto y las risas, los cafetaleros, los vitivinicultores, Lucas el de las ollas de hierro, el plato tipo caviar d´aubergine en Birosca, el pollo celestial “pegajoso” así con arrocito y okra que devoré en Xapurí, Leo Paixao, los comerciantes del mercado, todos.

Me abrazó esa sala de baile de Neimeyer y su sol de tarde -vaya acomodada de pensamiento viendo el horizonte-. Me abrazó un langostino con lardo de Paixao. Con Yanomami y sus imágenes en aquella galería de Claudia Andujar en la memoria, me sentí muy abrazada por palmeras datileras, por filodendros, por abanicos gigantes. Aprender, adaptarse, adelantarse aunque se nos adelanten, y siempre, conjugar el verbo abrazar. 

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