Opinión

Nube viajera: Algunas noches

Llevo más de una semana soñando mucho. Rico, a veces, complicado, otras, pero muy vívido y con una que otra pesadilla, desde arácnida, pasando por granizo sobre mi huerto, un temblor, y hasta haber echado a perder la producción de mi espumoso
viernes, 12 de agosto de 2022 · 01:20

Llevo más de una semana soñando mucho. Rico, a veces, complicado, otras, pero muy vívido y con una que otra pesadilla, desde arácnida, pasando por granizo sobre mi huerto, un temblor, y hasta haber echado a perder la producción de mi espumoso.

Colados por ahí, he tenido también sueños súper lindos. En Panamá viendo al mar, soñé que Marito me enseñaba a hacer ese arroz con coco y pedacitos caramelizados y que nos reíamos de todos, de absolutamente todos. Otra noche después de un cansancio ancestral acumulado, soñé que volvía a Córcega. Aquellos fiordos que resguardaron a Napoleón y en cuyo estrecho, Bonifacio, fui tan feliz; me recibía de nuevo en la cocina de ese barco de madera en donde me atrevía a hacer unos chiles en nogada para los invitados. Se ve que no he guisado el plato de la temporada, que tengo ganas de volver a la isla y que ando envalentonada con eso de que sé cocinar.

Cuando era niña tenía muchísimas pesadillas. La peor siempre fue la escena en la que a mi mamá se le prendían los ojos blancos y, también, cuando, enferma de la panza, me ahogaba en Kaopectate. Pero con el pasar de los ya 48 años, sustituí miedos, los demonios siguen, uno no se salva, pero pues uno está más encanchado.

Hace unas semanas me desperté en una noche helada en una cordillera muy al sur después de haber soñado en un caldo, de esos que me fascinan, servido en plato de kintsugi, evidentemente. El consomé tenía hongos, muchas hierbas mexicanas y cacahuazintle y, deambulando en la cama con hambre pensé, ¿y si el elote lo hacemos como relleno para unos capeletti que naden? Le haría bien.

Quiero, como siempre, ver el mar pues en Ensenada lo vi muy poco. Intuyo que será pronto en geografías muy distintas, pero emocionada de conocer los nuevos sonidos de otras olas y otras aves. Y así y por ello, he soñado también con un chiringuito, sobre la arena, -como esos de las calas catalanas donde adoraba ir-, en donde me coma otro arroz, esta vez con mariscos con un sofrito celestial como base, y muchas botellas de Chevalier Montrachet. De verdad siento que eso me está haciendo tanta falta como falta  me hace un buen esquite o nadar, nadar largo y libre.

La vida se pone sabrosa y con crecimiento. Los sueños también se ponen sabrosos y conscientes, dormida o despierta, que se vengan los más sueños que se puedan.

Otras Noticias