Opinión
Nube Viajera: Mujeres divinas
Como me encanta escuchar historias de mujeres excepcionales, me invitaron a celebrar la sororidad a Aromas Delicias CotidianasLlevo semanas commuting, como le llaman los americanos al aburrido verbo de trasladarse largos trayectos a trabajar. Y me faltan varias más. Pero ya lo tomo con humor, todo suma y, algunas veces, se come bien. He viajado al sur y al norte, a hemisferios distintos y en todos me he encontrado bellezas y decepciones, maravillosos y malísimos vinos, pésimas cervezas (o creo que no sé pedir las buenas) pero, -salvo algunas excepciones de enojados con la vida-, me han regalado sonrisas y conversaciones inteligentes. Llegar a mi casa después de varios aviones es casi un acto espiritual. Mis rituales, mis abrazos, mi guarida, mis ventanas, mi huerto y mis caldos de pollo con mucha hierbabuena, -verdaderos fiftybesteros-, platos que acarician y te recuerdan lo verdaderamente importante que tenemos.
Y como me encanta escuchar las historias de mujeres excepcionales -y de hombres también-, me invitaron a celebrar cierta sororidad a Aromas Delicias Cotidianas. Syl siempre exagera pensando que soy parte de esos grupos de grandes mujeres, y Martha Ortiz como homenajeada e Itzel Muñoz creando Aromas a Dulce Patria sonaba solidario y nutritivo. Supe que Eli Martínez andaba en el cartel, a la que quiero y admiro, y la idea de la alcachofa con curry y quelites con algo de Whispering Angel, sonaba bien. A veces las guaridas son las historias de los otros, los triunfos, los sinsabores, escuchar, aplaudir.
Ya sabía que entre la honorable lista de invitadas había escritoras, ambientalistas, actrices, activistas, astrólogas, y también algunas mujeres que por distintas razones nos hacen sentir hermosas, seguras y que saben tejer vínculos femeninos. Ya sabía también que no había chocolate en el postre.
De vez en cuando habemos mujeres que reconocemos que necesitamos más que otras la presencia de mujeres poderosas. Poder de ese del alma, de la humildad, de la experiencia. De vez en cuando necesito mucho el “¿tú qué harías?”, dejarse vencer es lindo, y escuchar insisto, escuchar otras voces. Esa noche de lluvias torrenciales en un avión, de cansancio ancestral físico y del alma, esa invitación me venía como anillo al dedo. Pero así la vida, los aeropuertos y los trayectos me traicionaron, y no llegué. Quería homenaje a cocineras del tamaño de Martha, quería un drink con Eli, quería un abrazo de amigas y otro abrazo para amigas. Quise entonces al menos escribir un textito contándoles que sí las abracé, y aunque sin curry, pero con consomé, sentí la magia que la sororidad otorga. Y como dice mi amiga Tania, gracias a la vida.