Opinión

Nube Viajera: Comida para volar

Sencillo, sin pretensión, lejos de la poesía, eso busco en el bocado antes de tomar un avión
viernes, 6 de mayo de 2022 · 01:40

El pan no estaba bien tostado, el huevo, que siempre pido “tierno, aunque le de miedo al chef, cocinado en muy poco aceite de oliva y abundante en cantidad”, tenía aceite de más -y malo-, y era lo más lejano a lo que Bocusse definió como baboso. No entendí nada, cuántos desayunos servirán diario en ese local en ese aeropuerto pensé, ¿100?, ¿600?; ni uno ni otro me parecen cifras mortales, ergo, no saben ni hacer, ni servir huevo revuelto. 

Los frecuentes en los aeropuertos tenemos nuestros lugarcitos. Hace mil años la tortilla de patata de la sala B del original aeropuerto, ahí al lado de la escalera y en la barra de “parado”, era ganadora. 

Las tortas del aeropuerto de Tijuana por ejemplo, gozosas; una barra de Cinco Jotas en Barajas con jamón, palitos y una cerveza es un regalo del más allá; y mención honorífica a los tacos de pescado con verdolagas en doble tortilla afuera del aeropuerto de Puerto Escondido. 

Hay novedades en nuestras terminales de la capital, lo sé y no todos los conozco aún, pero, como contaba hace unos días en mi terraza, quizá el cliente Toks no demanda la mejor calidad de café (no lo sé), pero aquellos establecimientos diseñados para viajeros y que se unen al tren del mame en la oferta del buen comer y beber, están obligados a que un espresso sea eso, un espresso. De cápsula, de filtro, con o sin barista, pero bueno. 

Uno vuelve a las viejas andanzas. Yo, soy de las que me subo a un vuelo largo con tupper de ensalada -casi siempre de arroz salvaje, aguacatito, pepino y lechugas-, y, trato de no perder la costumbre -aunque muy boicoteada-, de llevar tortas en los vuelos, sean de pavo y frijolitos, o de nutella, pero en bolillo y envueltitas en servilleta. 

La operación ha de ser complicadísima, lo entiendo, pero la logística de pasar por seguridad una de Bacardí o un frasco de bonito intuyo que es similar. Es un tema de tanto volumen me decían, mal argumento, pregúntenle a las tortas de chilaquiles en la Condesa, o a los buenos tacos afuera de los estadios, dan clases de operación a WalMart. 

Sencillo, sin pretensión, lejos de la poesía, eso busco en el bocado antes de tomar un avión. Por ahí me encontré un muy buen sándwich de ensalada de huevo para llevar que ya se hizo de los míos. Y, aunque los que atienden el rinconcito me ven como de pocos tatuajes y aretes, el sandwichito está bien bueno. 

Vidas nómadas a veces tocan, y hoy, me sigo quedando con mis tuppers de todos tamaños que arman festines que levantan cejas en los aviones. Quién sabe, de pronto hacen sentido los trompos de pastor del nuevo aeropuerto, de pronto me gusta Toks. En la búsqueda continúo.

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