Opinión

Nube Viajera: Bestia mineral

Ese rinconcito, esa casa, ese viñedo y ese Pinot Noir en San Pablo me hicieron pensar que todo se puede. Pasamos horas hablando de lo verdadero...
viernes, 11 de febrero de 2022 · 01:50

Aluvional, por ejemplo, una palabra que pocas veces he usado en mi vida. Piedras rodantes que llegaron a esas zonas arrastradas por el agua del deshielo. ¿Pueden entender qué ajeno resultaba para mí escuchar todo eso? El paraje era de sueño, y raro, muy raro a mis ojos.  

Precordillera, otro término que fui entendiendo conforme nos acercábamos y alejábamos. Más nubes hacia la vicera de aquellas montañas gigantes, y, siempre, una luz increíble. Zona de pick ups, zona de necios y de personajes con mucha alma. 

Geología, geografía, suelos, sí terroir, pero mucha formación geológica, de eso se habla. Altitud entre 850 y 1200 metros y una característica amplitud térmica entendí de Torrontés y de por qué les gusta; caminé viñedos llenos de piedras blancas con centros de granito y capté la relevancia para esos productores de vino argentinos que Malbec existe, importa, pero que el cuento que se debe contar para hablar de vino argentino de gran calidad es el de las geografías, no el que se ha contado.  

Ese rinconcito, esa casa, ese viñedo y ese Pinot Noir en San Pablo me hicieron pensar que todo se puede. Pasamos horas hablando de lo verdadero, de por qué Pablo de Don Julio insiste con su ganadería regenerativa y por qué Sebastián de Zuccardi insiste con lunares que obedecen a cada suelo y con orientación acorde a lo que por millones de años ahí, en el Valle de Uco, ha existido.  

Sacamos cien camiones de piedra y construimos la bodega me contaban mientras probaba Fósil 2018 -muy mío-, y tomates con buen aceite y con buena sal. La luz era increíble, igual de infinita que las piedras, que la ilusión de seguir creando, igual de infinita que la energía que percibes caminando los viñedos de Gualtallary.  

Austral, otro término poco usado en mi vocabulario y sí ¿por qué habría de usarlo?, nos queda muy lejos, no es útil como lo es para ellos cuando me cuentan por qué el vino argentino podría no considerarse nuevo mundo. Son valientes. 

Comíamos patagonzola, un queso patagónico con origen italiano (como tantas cosas por esos lares), untuoso y picante y los escuchaba tomando notas mentales. Me fascina cuando la gente cuenta por qué es relevante su trabajo, pero aún más relevante es la tierra en la que lo desarrollan. Orgullo e identidad como palabras trasversales en mi fugaz, pero recontra -como dicen los locales-, bien aprovechada y hoy tatuada visita mendocina.  

Me sedujeron ellos y sus blancos, un par de Chardonnay inolvidables y con botella femenina traigo en la boca los aromas de aquel Piedra Infinita 2019, Gravascal, un vino de montaña que más que puntos Parker tiene puntos cardinales y puntos suspensivos. Y así, con ese fragmento del poema de Ramponi, fui entendiendo por qué todo ahí es, exactamente, una bestia mineral. 

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