Opinión

Bitácora del paladar: Te quiero

Las sazones son tan amplias como los sentimientos. Es por eso que me gusta comer mucho, tratando de entender así la amplia variedad de sabores, a los que me gusta equiparar con las emociones de un corazón no racional
viernes, 11 de febrero de 2022 · 02:00

Hace algunos platos que no sé decir esta palabra.  

Los silencios llegan con enorme frecuencia ante las mesas solitarias donde suelo acudir en días soleados y lluviosos. Tengo un humor tan lleno de carencias y de momentos de frustración que en ocasiones claudico con facilidad. 

Hace algunos paladares, porque creo que la vida se mide así, no sabía distinguir entre los sabores más básicos y no entendía de cocciones. Pude confundir en muchas ocasiones, el plato de emoción de aquel que tiene una buena ejecución. 

Las sazones son tan amplias como los sentimientos. Es por eso que me gusta comer mucho, tratando de entender así la amplia variedad de sabores, a los que me gusta equiparar con las emociones de un corazón no racional.  

En ocasiones disfruto meterme en vidas ajenas, para tratar de entender los amores al plato, las emociones que surgen ante las texturas, pero, sobre todo, trato de repetir el mismo sabor y buscar guisos similares en cocinas de otras calles. 

Comienzo en cámara lenta, a realizar el repaso de un amor, con un lejano plato de arroz verde con un huevo perfecto, cuya receta era tan sencilla, que más que sabor, disfrutabas un amor bien impregnando que salía de una pequeña cocina de un naciente Quintonil. Había entonces brotes de inocencia que me llevaban al disfrute con los ojos cerrados. Hoy en día, cuando cruzo esa puerta me distraigo con facilidad. 

Merotoro, de la mano de un joven Jair Téllez, ponía hace algunas estaciones atrás, la quijada de cerdo con un huevo pochado y una salsa de tomatillos que hoy la suplen con un puré de berenjena y pese a que cambia el sabor del acompañamiento, le conservo con enorme cariño como al primer día. 

Diego Hernández en una tarde inolvidable en Corazón de Tierra, improvisó un plato con maíz, vegetales, carne y frijol que seguro no recuerda y de este registro sólo sobrevivió una foto. Fue un acto de amor fugaz y me marcó para siempre. 

Tobías en la Osteria del Becco con su tagliatelie con asiago y prosciutto generó tal emoción que las lágrimas que confunden al comensal de enfrente, nos llevaron al silencio en la mesa mientras que había un gozo lento y eterno.  

En cada platillo, hay una hermosa alteración que vibra en la memoria y que, de la mano de un buen vino, te pueden trasladar al instante amplio y confortante que sólo tú entiendes.  

Desde el amanecer uno puede volar del dormitorio a la cocina. La impaciencia siempre tiene su consuelo, y aunque el refrigerador esté vacío, sabes bien que en cualquier momento se llenará. Platos van y vienen en tu historia, pero pocos son a los que puedes decirles, te quiero.  

Lucho Martínez en Em. lo hizo de nuevo. Abrió las papilas y aceleró el corazón con una sencilla ala de pollo rellena. Esto me devolvió la esperanza, para poder decir con enorme firmeza, que aún con este paladar tan contaminando, temeroso y en ocasiones harto de la cocina cochambre, se puede expresar con libertad un te quiero, sin temor a pagar la cuenta justa y sin la tristeza de volver a sentarme frente al espejo, buscando platos en la memoria.  

De alguna manera, si hay aún un corazón que siga latiendo, habrá una cocina que continúe emocionando a todos aquellos que gozamos decirle al plato, la frase más sencilla y honesta de la vida. Te quiero. 

Beto Ballesteros / @betoballesteros   

Otras Noticias