Opinión

Nube viajera: Elijo yo

Pensaba en la libertad, esa capacidad de actuar voluntariamente, de elegir, de decidir; de hacer exactamente lo que nace del corazón
viernes, 29 de enero de 2021 · 01:51

He pasado días y días revisando el concepto de libertad. Este lunes que apenas pasó, me senté en la terraza de Pujol por horas comiendo -ya ahora hablamos de eso-, y bebiendo dos margaritas (me ando volviendo asidua) y una botella de vino que me pone la piel chinita, un Puligny Montrachet que ayudó en este proceso que traigo de no perder la cabeza. Y así, pensaba en la libertad, esa capacidad de actuar voluntariamente, de elegir, de decidir

Probaba esos bocados de cangrejo con rebanadas de jitomates que jamás habían sabido tan bien y reflexionaba, pinche Alex, pinche Enrique, eligieron ser libres y hacer exactamente lo que nace del corazón. Me fascina sentirlo. 

Había solecito, yo estaba -y estoy-, muy, muy sensible y el color de ese vino, tan extraño color en un Borgoña, me calentaba el corazón mientras le daba vueltas a esa acción de hacer lo que se le pega la gana a uno. Tan socorrida por mí, tan necesaria, ser libre y que no sean otros los que decidan por mí.  

Había tomado un avión esa mañana después de haber regalado libertad a las dos personas que me dieron la vida y por la ventana de ese comodísimo asiento 15 C, solita, se aparecieron las nubes más reveladoras. Me choca que las cosas que me emocionan las elija alguien más. Detesto cuando me privan de la libertad de emocionarme, de salir a caminar por ese mar, cuando piden un Rioja y no me preguntan o peor, ni siquiera saben que no me gusta. Me gusta hacer lo que se me pega la gana, y sentir, sentir todo. Dense cuenta. No me quiten esa libertad. 

Le daba un bocado a esa berenjena celestial, ese lunes de nuevos amigos y posibilidades en Pujol, y me repetía, ¿entenderán qué significa ese cachito de canción “yo no quiero catorce de febrero, ni cumpleaños feliz”? Eso -pensaba mientras probaba esos elegantísimos piñones, me miraban atónitos y bebía más blanquito-, también es ser libre. 

Vuelvo a tomar otro avión y los caminos de nubes me regalarán más ideas. Ahora quiero hacer un ron con mi amigo Javi y ser libres de caminar por la selva yucateca cantando canciones de amor. Más que nunca perseguiré mi curso de charcutería, ¿por qué?, porque quiero. Decidí viajar a visitar mis platos de kintsugi, elijo yo hacerlo, nadie más por mi elige no hacerlo.  

Me quiero sentar el siguiente lunes en ese mismo solecito, en esa misma mesa si es posible en donde la cocina sabe a emoción, a cariño y a libertad y repasar lo que me dijeron las nubes. Quiero otro bocado de tostada, otro sope lleno de acidez, con suerte ese día me hago aún más libre, con suerte y elijo yo. Y con un Mersault de Roulot que, como el frasquito de Alicia, dice “tómame”

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