Oficios

Nube viajera: Gajes de oficio

Que no se malinterprete, profesiones equivocadas, pero he sido feliz y lo que aprendí en la vida lo aprendí bien
viernes, 28 de agosto de 2020 · 01:15

Por Valentina Ortiz Monasterio

Puras profesiones equivocadas. Viví y crecí con un ambientalista y más allá de mi amor por él, no me gusta reciclar toallas y recién comienzo a odiar las ziplocs. Ser abogada no me ha hecho más que reírme de mi misma y quizá abonar sobre lo juzgona. Ya mucho más tarde en la vida fui agarrando patín, como se dice, pero aún no de forma definitiva.

Trabajar tantos años en el gobierno y después para el gobierno me hizo confirmar que no tengo ni media aspiración política, pero que adoro mi país y que tengo tatuada su promoción. Hoy sufro de verlo marchito por muchos otros que también erraron profesión. 

Periodismo he pensado muchas veces. No sé si ejercer el oficio, pero si haber disfrutado de sus aulas. Esas también te hacen juzgona y algunos de los periodistas a los que admiro son, entre muchas otras cosas, la connotación positiva de lo que en inglés se llama sassy y cuya traducción, sigo sin encontrar. 

Me gustaría mucho criar gallinas aunque creo que ser avicultora vendrá natural, con los años y en paralelo a haber dominado el oficio de la charcutería. Sí, quiero que las rillettes sean hechas en casa y quiero morcilla bien hecha -casi nunca es-, para cuando se prenda el fuego y se cocine con caja china entre viñedos y olivares. Traigo entre ceja y ceja la mortadela, por ejemplo, quiero que la mía tenga los pedacitos pequeñitos de la mejor garganta de cerdo, algo de piñones y esté rebanada delgadita para colocarla sobre un pedazo de pan. Ya ando buscando un stage de charcutera. 

Que no se malinterprete, profesiones equivocadas, pero he sido muy feliz y lo que aprendí en la vida lo aprendí bien. Creo que el desarrollo profesional se lo debo más a mis genes y a las sobremesas en las que he estado, que a los estudios universitarios. 
Pero todo suma, todo sirve. 

En la ciudad de Guanajuato, entre calles empedradas y barro, mucho barro, fui pupila hace más de treinta años de uno de los grandes ceramistas de este país. Casado con una japonesa, Gorky González me hospedó en su casa y taller; aprendí algo de torno y de mayólica, pero mucho más de la vida. Soy aficionada a los platos de todos los tamaños y estoy obsesionada con crear los propios. Quiero aprender kintsugi, quiero que Noé Suro me acepte en su taller como aprendiz, aunque con conocimientos de promotora y un estética impecable. Quiero ser ceramista. Me consuela que no me asusta el tiempo, habrá tiempo para todo y tengo energía extraterrestre. Gajes del oficio

 

Otras Noticias