Por Valentina Ortiz Monasterio
Caminar por la playa de La Concha, llegar al peine de los vientos, contemplar ese mar recio, sentarme en el solecito y sonreír de todo lo que el futuro depara.
Sumergirme en ese mar caribeño azulísimo y decir, qué afortunados somos.
Abrir borgoñas, muchos, cantidades de ellos. Ver Central Park desde un piso alto con cafecito en mano planeando el vestido para cenar en Cosme con tequila y más vinos.
Recorrer ese malecón limeño para arriba y para abajo, disfrutar ese mar y ese frío y comer cebiches mágicos en Isolina.
Comprar libros, leerlos, pasear esa ciudad caótica y aprender de su gente en un parquecito en Barranco.
Enamorarme de nuevo, millones de veces de Guetaria, de su bonito y de las kokotxas. Recorrer sus callecitas y saber que las cosas tomarán su lugar y van a estar bien.
No sé cuándo será todo eso, Pero me hace falta.
Viajar, comerme las ciudades y la vida, aprender de ellas, acompañándome de sabores e ingredientes.
Me hace falta. No será en breve, pero cuando sea, apenas se pueda, quiero recorrer mis piedras en los parques y contar las historias de ellas.
Viajar. Moverme.
Crecer. Hace falta.