Nube viajera

Mi querencia

Yo Soy de las que me he pasado más de doce horas en la mesa de un restaurante, y amaneceres
viernes, 17 de julio de 2020 · 01:55

Me gusta mucho, mucho, pasar una tarde entera o una noche que no acaba en un restaurante. Ya sé, algunos no me entienden, por qué tanto tiempo, por qué tanto vino.

La respuesta es fácil y es mía, porque disfruto como nadie comer y beber, como nadie, porque a eso me dedico, y porque me carcajeo y la vida, está para divertirse. Soy de las que me he pasado más de doce horas en la mesa de un restaurante, y amaneceres -particularmente con Benito- muchísimos en el suyo.

Me gusta el movimiento de la sala, observar a los vecinos, entender la propuesta, criticar, me encanta criticar y lo hago, casi siempre para mí, muchísimo y con enorme alegría. Estudios antropológicos les llamó a veces. Otras, simplemente pura lectura de verdad.

Que si el piso parece de El Palacio de Hierro, que si los cubiertos no pesan, que las copas no deben ser chicas, que el servicio de vino es igual de importante. Que si la historia de la de al lado, que tiene cara de amante de su acompañante y llora, que si pedimos un segundo martini, que si hay mantequilla, debe ser la mejor de la región. Que si el servicio de sala flota, que si me fascina ver a Diego Hernández cocinar, que está bien que sepan que es Siete Leguas blanco y de entrada me lo ofrezcan porque me conocen, no sólo tequilera,  sino que aprecio muchísimo el servicio impecable al cliente.

Nunca me quiero ir si los decibeles de la risa y la conversación de las de verdad me engrandecen y, la verdad, yo sólo estoy para eso. 
Si va a ser que sea vasto, generoso y culto, ergo, si llegué antes de media noche a casa, algo no salió bien. 
Mi cuento no es el de La Cenicienta a las 12 de la noche, mi cuento es más bien el de los gatos de arrabal. 
Mi querencia es la del amor y el sabor. Lo tengo clarísimo. 
Apóyenme, acompáñenme, quiéranlo como yo, les auguro, pura gozadera.

 

Por Valentina Ortiz Monasterio

 

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