Opinión

Y yo, recogiendo mangos

Mangos como los de los árboles bajo los cuales escribo imaginando la entrada de los marineros ávidos de comercio y amor
viernes, 26 de junio de 2020 · 04:10

Una goleta con 370 tripulantes a bordo. El trayecto de ida tomaba tres meses y el regreso hasta cinco. Y aquí escribo, imaginando la entrada entre Caleta y Roqueta, canal a través del cual durante dos siglos navegaron las naos de China.

Galeones cargados de seda, maderas, tibores, porcelana, tapetes persas, kimonos, vajillas o nácar. El comercio entre la Nueva España y oriente hizo de México un coleccionista, de porcelanas y baúles, por un lado, y de nueva flora, por el otro.  
Canela, café, maíz, tomate, clavo, curry, tamarindo, raíces y por ahí dicen que hasta el ceviche lo trajo la Nao de China -consulto y consulto fuentes, aunque sigo corroborando, no puedo un desaguisado más con los peruanos-.  

Y claro, mangos. Mangos como los de los árboles bajo los cuales escribo imaginando la entrada de los marineros ávidos de comercio y amor. Se llaman mangos corrientitos, me dice mi amigo local, mientras los recojo; es que acá son tantos, continúa, que no sabemos qué hacer con ellos. Yo llevaba un día analizando opciones. 

La gran travesía Acapulco – Manila – Acapulco sucedía cuatro veces al año. El puerto se convertía en feria de comerciantes a su arribo. Fuesen prósperos mexicanos que habían encargado meses atrás tibores con iniciales familiares; u oriundos costeños que comenzaron a cocinar con tamarindos, mango, salsas concentradas de pescado y naranjas miniatura. 

Basta con caminar por la playa de Hornitos para sentirlo: paletas de chamoy, mango petacón con limón y Valentina, limones y naranjitas caramelizadas con coco. Y ceviche, de confirmarse mi investigación. 
Junté unos ocho kilos de mango. Con hueso muy grande e increíblemente dulces, no es el Tommy, ni criollo, no es tampoco ataulfo ni Van Dike. 

Qué habría de hacer sino un homenaje a los navíos que trajeron de muy lejos las vajillas de mis sueños. Una cocción que contuviese lo que se intercambiaba: mango, canela, anís y clavo, hagamos chutney. Tembló, se avecina una tormenta y en poblaciones vecinas hay alerta de tsunami. Y yo, recogiendo mangos. 

Por Valentina Ortiz Monasterio

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