Historia

Volver al origen

Así nací y así crecí. Con los años sé que mi destino es volver al origen como he escuchado siempre
viernes, 19 de junio de 2020 · 04:12

Mi infancia fue rara y muy feliz. Poca gente me cree cuando lo cuento, pero yo dibujaba, básicamente, la muerte de Somoza, arcoíris o energía solar. Pasé en Cuba mucho tiempo para una niña de mi edad y aprendí, en los ires y venires, a comer y cocinar, ambas, creo que muy bien.

Mi muñeca Luciana siempre estuvo despeinada y dormida -pero era muy mía-, y en todo  momento privilegié jugar con mi hornito eléctrico verde que funcionaba a la perfección. Mucho más tarde jugué con barbies y mi vecina no concebía que era la primera vez que lo hacía. Ni me gustaba su coche rosa ni le entendía a la fascinación del color de su pelo. Por algo mis hijas se ríen en el cotorreo de que seguro yo no tenía tele en mi barrio de Coyoacán.

 Es cierto, no tuve por principio juguetes del ¨imperialismo yanqui ¨hubiera dicho mi papá, y disfrutaba mucho barrer una pobrísima y polvosa terracita de la casa de mis amigos agricultores en donde sí había los que yo consideraba juguetes de verdad: un molino de viento que construimos juntos, un fuego muy sencillo para echar tortillas, y 
zarzamoras.

Jugar a la casita siempre fue mi fascinación. Más adelante recibí de regalo lo que fue mi guarida por años. Una casita de madera en el jardín. Con un porche con hiedra y, al pie de la puerta, una especie de tapete formado con mosaicos y piedritas que ponía: “OM”.  Ahí, tenía todas las cazuelas, ollas y platos miniatura que puedan imaginar. Los de Patámban, unos muy frágiles también michoacanos de Capula y jarritas pulqueras. La vajilla inglesa nunca la quise bajar, esa era de vitrina.

Así nací y así crecí. Con los años sé que mi destino es volver al origen como he escuchado siempre. He pensado vestirme solamente con huipiles, pero me arruina otro gusto y me fascinan los vestidos. Más adelante será. Pero sí, quiero mi segunda mitad de vida como la primera, ahora en casita no en jardín sino en viñedo, con gallinas y muchos estantes de platos comprados en los mercados de las pulgas en viajes que me han hecho felices. Invitados están todos los que privilegien hornear, ahora en mejores hornos que los de mi infancia, pero sobre todo, pasarla bien.
 

Por Valentina Ortiz Monasterio

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