Opinión

Nube Viajera: Un jardín de olivares y abulones

Con una infraestructura de cocina donde prevalece el crudo y el carbón, nació Bruma Wine Garden
viernes, 6 de noviembre de 2020 · 01:55

Viajaba muchísimo y algunas veces lo gozaba muchísimo. Comencé a hacerlo nuevamente, con cautela, pero ganosa, alerta, pero con hambre. Con muchísimas ganas de abrazar, de carcajearme, de dar gracias a la vida porque hago lo que me gusta hacer, justamente eso.  

Y así, llegué hasta allá. Es lejísimos para los que habitamos la capital del país, pero tan absolutamente reconfortante que vale la pena atravesar un país. A mí me llena de energía ir al Valle de Guadalupe, no sé si siguen siendo las piedras, el vino, las paradas a la mitad de un viñedo o los amigos, pero sin duda la tierra me jala. 

Cruzar toda la carretera así, cuando comienza a atardecer y se ve verde, se ve vino y se ve producto, es en sí mismo ya un viaje inolvidable. Tenemos una reservación a las tres de la tarde dije al amable señor de gorrita de la puerta, adelante y que disfruten, respondió, mientras ese camino de olivos centenarios se abrió como un camino a algo que suena bien, suena muy bien

De un espacio medio arrumbado con maquinaria, escoltado por olivares y con una infraestructura de cocina donde prevalece el crudo y el carbón, nació Bruma Wine Garden. Una mesa infinita con distancia prudente entre grupos, manteles de cuadritos negros y rojos al estilo italiano y comenzamos probando espumoso de la vinícola. David andaba de gira, pero Maribel y la descendencia fueron mejor representación, -siempre me gusta verte chef, pero cuando un restaurante funciona sin ti, es un buen restaurante-. 

Y así comenzó el festín. Una torre de ostiones, almejas y un abulón con huevo de codorniz que no se me olvida. Probé un pan recién horneado, tipo naan, tipo pita, -roti para ser exactos-, calientito y con sabor a carbón, ese placer, ese placer.  

Waffles, burrata y miel, pizza así sourdough y con tuétano, tostadas de trucha. Un croque madame, ¿por qué no?, son de esos platos que uno puede comer en el desayuno, en la comida y en la cena, bien pensado chef Castro. Una vibra relajada, un lugar prodigioso, historias de futuros gallineros y la risa y risa con las mentes creadoras de todo ese tinglado. Carajo cómo los quiero Vir y JP.  

Vino y más vino, felicidades Lulú por el sello que le pones a los vinos y felicidades porque se nota. Dicen que es para brunch, dicen. A mí me gusta llegar a comer tarde, probar todo el atardecer y rematar con musiquita y quizá uno, dos o tres gin tonics. Bruma Wine Garden, un proyecto con la enjundia de la pandemia, pero que se estableció con el cocinero que tenía que hacerlo, bajo los árboles que tenía que situarse y con el alma generosa que esa tierra me da a mí, a ti, y a todo el que la visita.  

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