Opinión

Nube Viajera: Se busca amante de vino español

Las grandes etiquetas españolas me parecen buenísimas sí, pero corpulentas. Yo soy de vinos menos musculosos, vamos a decirlo así
viernes, 16 de octubre de 2020 · 01:55

Típico. Me sentía una princesa. El departamento se ubicaba en la esquina de Paseo de Gracia y Provenza. Fue un tiempo muy feliz. La esposa del portero de mi elegantísimo edificio me enseñó a mimar los pimientos del padrón y a querer comerlos frecuentemente. La luz de mi palacio era inmensa, brillante y el solecito me calentaba. Yo tenía apenas 29 años, mi hija Luciana acababa de nacer y Cataluña era casi mía.

Ensanche se le conoce a esa zona de Barcelona, un diseño urbano geométrico cuyas manzanas forman cuadriláteros y, en cada vértice, un chaflán -algunos de ellos las entradas a las casas más icónicas de la ciudad catalana-. El chaflán a la izquierda de mi calle, una farmacia, de esas que lo mismo venden aceite para las arrugas que homeopatía o tobimedias. Y el chaflán de la derecha, esquina con Pau Claris, una casa de vinos muy local, catalana aunque con etiquetas de todas las regiones de España, y cuyos dueños se convirtieron con el paso de los meses en amigos que sugerían joyitas, o que simplemente contaban historias de otras etiquetas para las que no me alcanzaba. Pero igual las conocí e igual sentí con ellos que las había bebido.  

Ahí supe del Priorat y del Penedés, más allá de lo que llegaba a México bajo el sello Torres. Ahí supe de macaebo y de xarel-a, varietales regionales, y, que a los ojos de una mexicana que registraba más bien los Remírez de Ganuza, los Pingus, los Termanthia o los Cune, menos populares. 

Y la vida pasó. Y los vinos se siguieron bebiendo. Hace unos días, sacudiendo libreros de una casa con vista al atardecer más bonito del mundo -casi como los de la Costa Brava-, me encontré un libro que terminé releyendo los siguientes dos días. Un título así como Los cien extraordinarios vinos españoles, me lo repasé de pies a cabeza. Nunca me he inclinado por vinos de la madre patria, es cierto. Las grandes etiquetas españolas me parecen buenísimas sí, pero corpulentas. Yo soy de vinos menos musculosos, vamos a decirlo así. 

Debo reconocer que en mi reciente lectura veo que conozco poco ¿Estaba Ygay blanco en ese listado? Sí. ¿Viña Tondonia rosado?, también. Pero muchísimos otros de viticultura contemporánea que no conozco. Cigales, Jumilla, Rías Baixas, Somontano, entre las muchísimas denominaciones de origen de aquél país de sol y vino que he probado en libros y no en paladar. Ya tocará. 

En esa esquina de Provenza con Pau Claris -mi tienda de vinos del barrio-, conocí etiquetas como Clos Mogador que fue lindo probar, pero no inolvidable. Insisto, me falta para una opinión fundamentada, pero pues no, los españoles no son “my cup of tea”. Muchísimos años después en Barcelona bebí un Clos Erasmus 2004 y me gustó, sí, pero era la querencia. Ese preciso año yo habité esa tierra y me enamoré de su campo, sus montañas, su cocina y su mar. Pero voy a aprender. Busco un maestro adorador de la vid española. Soy la mejor alumna del mundo

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