Tener plantas en casa no solo embellece los espacios, también mejora el estado de ánimo. Sin embargo, cuando una planta como la lavanda comienza a lucir caída o “triste”, es señal de que algo no anda bien. Esta planta aromática, conocida por su fragancia relajante y su resistencia, puede llegar a presentar hojas decaídas, tallos débiles o flores marchitas si no se le brindan los cuidados adecuados.
La lavanda es una especie originaria de regiones mediterráneas, por lo que requiere ciertas condiciones específicas para prosperar. Aunque suele adaptarse a distintos entornos, es sensible al exceso de humedad, a la falta de luz solar directa y a los suelos compactos. Si notas que tu lavanda parece decaída, es momento de revisar su entorno y rutina de cuidado.
Por ello, aquí en GastroLab te compartimos 3 posibles razones por las que tu planta aromática puede lucir así, además de algunos consejos para ayudarla a recuperarse y volver a lucir vibrante.

Exceso de riego
Una de las causas más frecuentes del deterioro de la lavanda es el exceso de agua. Esta planta necesita suelos bien drenados y poco riego, ya que sus raíces se pudren fácilmente si permanecen húmedas por mucho tiempo. Si la maceta no tiene buen drenaje o se riega más de dos veces por semana, es probable que las raíces estén dañadas. Para ayudarla, asegúrate de que el sustrato sea arenoso o pedregoso y permite que se seque por completo entre riegos.
Falta de luz solar directa
La lavanda necesita al menos 6 horas de sol directo al día para mantenerse sana. Si está en interiores o en una zona sombreada, es común que empiece a debilitarse. Las hojas pueden volverse opacas y los tallos crecer de forma alargada y débil. Si es tu caso, trasládala a un lugar donde reciba sol pleno, como una ventana orientada al sur o un balcón.
Suelo inadecuado o compactado
El tipo de suelo también es clave para la salud de la lavanda. Si el sustrato es muy denso o arcilloso, dificultará el drenaje y limitará el oxígeno a las raíces. Lo ideal es usar una mezcla de tierra para cactus o añadir arena gruesa al sustrato habitual. También es importante no usar fertilizantes con alto contenido de nitrógeno, ya que esto estimula el crecimiento de hojas a expensas de las flores y debilita la planta. Con ajustes sencillos en el riego, la exposición solar y el tipo de suelo, tu lavanda puede recuperarse y volver a florecer con todo su esplendor. Observarla con atención es el primer paso para devolverle su vitalidad.