El pollo es posiblemente una de las aves más consumidas en todo el mundo. Sin embargo, no en todos lados consumen las menudencias, como es el caso del hígado, el cual tenemos que limpiar muy bien antes de consumirlo para tener una mayor higiene, ya que es una parte del pollo que puede acumular toxinas.
Una vez lavado y desinfectado, tu hígado de pollo suele ser rico en nutrientes, pero también contiene colesterol y vitamina A, por lo que se recomienda consumirlo con moderación y como parte de una dieta equilibrada. Por eso hoy te diremos la mejor técnica para limpiarlo antes de cocinarlo.
Primero que nada, debes de saber si el hígado a limpiar está en buen estado y para comprobarlo, debes de saber que la carne fresca de esta menudencia del pollo debe de ser de color rosa pálido. Si tiene tonalidades grises o amarillentas, puede ser que ya haya empezado a deteriorarse. También debe de tener manchas oscuras o zonas pegajosas, que también pueden indicar que no está en buen estado y cuando se toca la carne, debe de sentirse firme y elástica.
¿Cómo limpiar correctamente el hígado de pollo?
Su limpieza adecuada es fundamental antes de consumirlo. Sin un proceso de limpieza correcto, la sangre residual y los compuestos presentes en el hígado pueden generar sabores y olores fuertes, afectando la calidad del platillo. Hoy te diremos cómo puedes limpiarlo remojándolo en leche.
1. Remueve tejidos
Antes de iniciar la limpieza profunda, elimina los tejidos conectivos o membranas, ya que pueden resultar duros al cocinar.

2. Remoja en leche
Corta tu hígado en trozos y sumérgelos en un recipiente grande con leche, asegurándote de cubrir completamente el hígado.
3. Refrigera
Coloca el recipiente en el refrigerador y déjalo reposar entre 30 minutos y 2 horas. Cuanto más tiempo repose, mejor será el resultado en términos de eliminar la sangre y los olores.
4. Enjuaga
Pasado el tiempo de remojo, retira el hígado de la leche y enjuágalo con agua fría para eliminar los restos de leche y sangre.
5. Seca
Usa papel de cocina para secar bien los trozos de hígado antes de cocinarlos. Esto ayuda a que el hígado se dore mejor y no se "cueza" en sus propios líquidos al cocinar.