El regreso del gusano barrenador a México ha encendido las alertas sanitarias y económicas en el país. Esta plaga, erradicada desde 1991, ha vuelto a propagarse en regiones del sur, afectando directamente al sector ganadero. Su presencia ha obligado a implementar medidas de emergencia, ya que su avance podría poner en riesgo tanto a la producción pecuaria como a la fauna silvestre.
De acuerdo con la profesora Yazmín Alcalá Canto, del Departamento de Parasitología de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, la llegada del gusano barrenador es resultado de una “tormenta perfecta” provocada por el cambio climático, la evolución de la mosca Cochliomyia hominivorax y el tránsito de ganado sin inspección por la frontera sur. Estos factores, combinados, han favorecido las condiciones ideales para el resurgimiento de la plaga.
La experta explicó que esta mosca es endémica del continente americano y su ciclo inicia cuando la hembra deposita sus huevos sobre heridas abiertas de animales vivos. De esos huevos emergen larvas que se alimentan del tejido del huésped, causando graves daños. Posteriormente, las larvas caen al suelo, se entierran y se transforman en pupas, para luego emerger como moscas adultas listas para reproducirse.
¿Cómo regresó el gusano barrenador a México?
De acuerdo a Yazmín Alcalá Canto, el cambio climático ha sido un factor clave, ya que las altas temperaturas favorecen la reproducción del insecto. Sin embargo, la adaptación evolutiva de la especie representa el desafío más serio. Todo se remonta a los 90s, cuando México y Estados Unidos erradicaron la plaga mediante la liberación de moscas estériles, una estrategia que fue posible gracias a un criadero ubicado en Chiapas. Dichas instalaciones cerraron en 2013, luego de que ambos países declararan cumplido su objetivo.
Sin embargo, la situación se ha complicado debido a la evolución de la mosca, ya que las hembras han desarrollado la capacidad de detectar y rechazar a los machos estériles liberados para controlar su población, lo que ha reducido significativamente la eficacia de un método que funcionó durante más de dos décadas. Asimismo, se estima que para volver a controlar la plaga se necesitaría duplicar el número de moscas estériles liberadas.
